ALICETI, LA FUGITIVA DEL SOL (Fragmento)

Mohamed Doggui (Túnez)
(Barcelona, Plataforma Editorial, 2013), pp. 43-46

El temor de Selemani y Elicana de que algún percance viniera a empañar su felicidad matrimonial no resultó infundado, ya que así ocurrió. Apenas transcurrieron tres meses, recibieron la triste nueva de la muerte de la madre de ella. Fue hallada muerta en uno de los tramos de la escalera del edificio donde vivía. Estaba tirada sobre los peldaños con el osito Tao-Tao bien agarrado.

Pobre Magati: al abismo al que la había arrojado la muerte brusca de su hija mayor, Tabora, vino a sumarse el profundo vacío que acababa de engendrarle la partida de su segunda hija, Elicana. Esta vez no logró resistir por mucho tiempo el agobiante peso de la soledad. Elicana había previsto invitar a su madre a pasar una temporada larga con ellos en la nueva casa. Pero para ello tenía que ahorrar el dinero suficiente para comprarle una cama, un colchón, un juego de sábanas, una mesilla y un pequeño armario y colocárselos en el cuartito que daba al jardincillo. Pero no pudo ser.

Pobre Elicana: después de haber sido privada de su hermana mayor y, sucesivamente, de su padre, quien huyó al extranjero cuando ella era aún niña, acababa de recibir otra estocada certera. Sin embargo, contrariamente a los dos golpes anteriores, consideraba que este último fue ella, y no el Sino, quien se lo había asestado a sí misma. La última vez que Elicana vio a su madre, un mes y medio atrás, la halló envuelta en una capa de tristeza bastante espesa. Estaba sola, sentada a ras del suelo, sobre una piel de cordero, junto a la ventana que daba a un patio interior. Tenía un libro en su mano derecha y a Tao-Tao, el osito rojiblanco, en la izquierda.

Elicana pasó todo el día y toda la noche sobre las ascuas de los remordimientos. Se consideraba la responsable directa de la muerte de su madre. Se reprochaba a sí misma su egoísmo al haber antepuesto su felicidad a la de ella. «No debería haberme casado antes de haber convencido a mamá de que rehiciera su vida con otro hombre y de haberla ayudado a conseguirlo —se decía para sus adentros—. ¡Qué ingrata y qué egoísta he sido! Nunca tendré perdón ni de ella ni de Dios.»

Selemani solicitó a la señora Heide dos días de descanso no remunerado para poder acompañar a su esposa al entierro de su madre. Ambos cogieron el primer autocar que salía, de madrugada, para Dar Es Salaam. Allí, en el cementerio, después de haber recibido el pésame de los escasos amigos y familiares que habían acudido al entierro, Elicana le pidió a Selemani que la dejara un momento sola, y este, sin decir nada, se apartó unos metros y permaneció esperándola debajo de un ciprés.

Elicana se sentó a ras de la tierra con la que acababan de cubrir a su madre, sacó del bolso un cuadernillo y una pluma y se puso a escribir: «¡Mamá! He sido muy egoísta. Debería haber estado a tu lado para cogerte de la mano y ayudarte a subir la empinada escalera. Esta vez Tao-Tao no pudo, por sí solo, ayudarte a alcanzar el descansillo. Espero que me perdones. Te quiero».

Las lágrimas de Elicana llovían sobre el papel haciendo que las palabras se enternecieran tanto hasta desdibujarse. A Selemani se le partía el corazón viendo a su esposa tan abatida. Se le acercó lentamente y, al alcanzarla por detrás, colocó su mano sobre su hombro. Elicana arrancó la hoja, la colocó sobre la tumba, le echó un poco de tierra encima y se levantó. Ambos tenían que darse prisa para no perder el último autocar que salía para el pueblo.

Mohamed Doggui

(Túnez, 1956).

Poeta y novelista de expresión española y satirista en tunecino. Miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE), es autor de la novela Alizeti: la fugitiva del Sol (Barcelona, Plataforma Editorial, 2013) y del cuento Mamadú y los verbos españoles (Cádiz, Fundación Dos Orillas, 2010) con el que obtuvo el 2º certamen internacional Cuentos del Estrecho. Es asimismo autor de cuatro poemarios: Resonancias de ausencias prologado por Francisco Morales Loma (Oviedo, Ars Poetica, 2018), Derroche de azabache prologado por José Antonio Santano (Barcelona, Carena, 2017), La sonrisa silábica prologado por Manuel Gahete Jurado (Barcelona, Carena, 2016) y Entre Levante y Poniente prologado por Julio Mesanza (Sial Ediciones, 2006). Fue galardonado, en 2013, con la Mención de Honor del certamen de poesía Juegos Florales de Primavera (Ediciones Mis Escritos – Argentina). Es también autor de dos poemarios satíricos en tunecino, Khalti Khadhra y Khalti Khadhra 2 (Tunis, Arabesques, 2017 y 2018). Aparte de su actividad creativa, es profesor de español en la universidad y en el Instituto Cervantes de Túnez y presentador de un programa en lengua española en Radio Túnez Cadena Internacional (RTCI).

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