Mientras yo veo Los Simpson presiento que se enamora de Lisa, entonces me apiado de él y le dejo leer algún poema de Borges. Borges y yo le enternece y a menudo lo recita en voz alta y yo hago como que le escucho. Tengo más de mil amigos en Facebook y él solo me tiene a mí. Muchas noches sueña conmigo, entonces voy y cruzo en perspectiva su sueño y me despierto haciéndome real. Él detesta los insomnios, yo los aprovecho para fumar. Él es el fumador pasivo que absorbe el ochenta y tres por ciento del humo de mi vida. Él tuvo una úlcera duodenal y yo le llevé lectura al hospital y no desaproveché la oportunidad para ligar con su enfermera de turno. Le encanta salir a la calle con una libreta en el bolsillo de la chaqueta y a mí me estimula contrariarle ignorándola. Siempre olvido el bolígrafo. En la cafetería, él toma la incitativa y pide un café largo, mojado con una gota de leche y yo aguanto lo necesario hasta que pido un pacharán con un cubito de hielo. A veces tose él y otras tantas lo hago yo, y entre tos y tos la discusión suele estar más que servida. Deja de fumar, me dice. Déjalo tú, le contesto. Su pertinaz sentido del deber enfurece a mis deseos. Mis placeres frenan sus solitarias obsesiones. Él hace el amor y yo follo. A ratos, reconozco que le necesito cuando el sexo me aburre. Yo, alegremente, persigo las riendas de la noche y él procura hacer deporte por la mañana cada vez que se lo permito. De hecho, ahora mismo, él sólo quiere escribir y yo me empecino en hablar de mí mismo. «No sé cuál de los dos escribe esta página.», se pregunta Borges en Borges y yo. Aquí está, otra vez, él, citando como le encanta hacer, adornando de cultismo sus líneas. Y yo me muerdo la lengua porque no me queda más remedio que leer este imitado texto en público. ¿Y si hay aplausos, quién creen ustedes que se los va a llevar? Él, ingenuo, dice que Borges. Yo digo que él para que se lo crea, mientras enciendo un cigarro y me pongo una copa que sé que les molesta, tanto a su querido Borges como a él. ¡Qué pesados los dos! Entonces, él, me oye, refunfuña y deja de escribir.