De repente, Puri empezó a sentir náuseas cada vez más fuertes sin saber a ciencia cierta cuál era el motivo de aquel malestar. Descartó totalmente la hipótesis del embarazo ya que en las últimas relaciones que tuvo con Miguel había tomado, como de costumbre, medidas anticonceptivas. Pero sospechaba que fue por haber ingerido, de la revista del corazón que estaba leyendo, tanto lujo en tan poco tiempo.Había tenido una sensación similar durante los dos primeros días de su estancia en Madrid. Tanto su estómago como su cerebro eran vulnerables y muy sensibles a los cambios bruscos en los modos de vida.
En efecto, en dicha revista, acababan de desfilar ante sus ojos muchos miembros de la “jet set” española e internacional haciendo ostentación de sus chalés, coches, yates, avionetas, etc. Entre las noticias exasperantes que acababa de leer destacaba la relativa a la fortuna de Bill Gates, que era superior al PIB de varios países africanos juntos. Había también dos reportajes, uno sobre un centro de belleza para perros, y otro, dedicado a una agencia de viajes alemana que ofrecía vacaciones para peluches. El responsable de la agencia afirmaba que se trataba «de una buena oportunidad para que experimenten algo diferente… Los ositos pasan una semana de pura “acción” recorriendo Munich, jugando con otros muñecos, visitando tradicionales lugares de la ciudad, yendo a picnic con otros animalitos de felpa o simplemente asistiendo al “Oktoberfest”. El paquete turístico de 7 días cuesta 99 euros para osos locales, 129 para los osos provenientes de otros lugares de la Unión Europea y 149 para los muñecos que llegan desde otros continentes».
Puri cerró la revista intentando contener así las ganas de vomitar. Pero apenas levantó la cabeza, vio que la sala estaba llena de ancianos extenuados, mujeres lánguidas y muchachos mustios. Había criaturas raquíticas, de cuerpos desproporcionados, vientres inflados y costillas tan prominentes que amenazaban con traspasar sus prendas de vestir. Eran tan débiles que ni siquiera tenían la fuerza suficiente para ahuyentar las moscas plagadas en sus rostros. Todos estaban mirándola con ojos llenos no sólo de admiración, sino también de asombro, ya que no entendían qué hacía aquella hermosa “turista” entre ellos.
Puri se sintió incómoda y estimó que había cometido, aunque sin querer, un acto de insolencia hacia aquella gente desgraciada por haberse infiltrado en aquel patético cuadro. Influida aún por la impresión que acababa de causarle uno de los reportajes de la revista, en su mente se perfiló espontáneamente una analogía entre su presencia allí y la de la ostentosa cabalgata del rally París – Dakar por los raquíticos pueblos de Mauritania. Pero no se atrevió a abandonar la sala de inmediato por temor a que su gesto fuera interpretado como una descortesía. Se limitó a rehuir aquellas miradas recurriendo a un entretenimiento insignificante: sacó su lima de uñas y se puso a cortar las hilachas que colgaban de su bolso de tela marrón.