Por: Sahar Ouafqa
I. Sobre Fez y el arabismo español
- ¿Considera usted que la ciudad de Fez ha sido suficientemente estudiada por el arabismo español clásico o contemporáneo, más allá de su dimensión documental?
Sin lugar a dudas, no. Los acercamientos son puramente formales. Incluso en un reciente libro llevado a cabo por la iniciativa de una fundación españolasobre Fez se ve que se privilegian las relaciones diplomáticas. Me invitaron a escribir en ese libro, y me recomendaron que quitase “lo feo”, es decir lo conflictivo. Me lo pagaron generosamente, pero no lo publicaron. Evidentemente el libro, de iniciativa española, era un subterfugio diplomático. Hace años Fernando Rodríguez Mediano y Mercedes García Arenal hicieron estudios medievales interesantes, sobre el parentesco en la Edad Moderna, pero que sepamos no han tenido continuidad. Falta criticidad a la hora de trascender “lo bonito”. Desde luego eso puede ser debido a que el arabismo y el africanismo españoles están más centrados en el antiguo protectorado de España, y les interesa muy poco el resto de Marruecos.
- ¿A qué atribuiría la centralidad de Al-Ándalus (y ciudades como Granada o Córdoba) frente a la marginalidad relativa de Fez en el canon del arabismo español?
Pues, simplemente, a un largo litigio que Emilio García Gómez detectó hace años cuando publicó un conjunto de textos antiguos, de Ben Hayyân, Saqundî y Ben al-Jatîb bajo el nombre de Andalucía contra Berbería, que hacían mención a las tensiones entre andalusíes ibéricos y magrebíes. Incluso estas tensiones llegaron a los moriscos, que fueron regularmente acogidos en el Magreb, a veces por su desconocimiento del árabe, y a los judíos, que en Fez, en particular, tenían tensiones en sus comunidades por los rituales, unos de origen ibérico y otros magrebíes.
- ¿Diría usted que existe un «arabismo andalusizado» que ha invisibilizado o desplazado otras realidades árabes como las del Magreb? ¿Cómo se inscribiría Fez en esa tensión?
Hace poco un investigador que vivió en Fez en los setenta, como Bernabé López García, protestó contra la preeminencia del “andalusismo” en los estudios arabistas en España. Creo que en buena medida lleva razón. Al-Ándalus como mito puede ocultar otras realidades, como el colonialismo o la opresión política en clave autóctona. Fez y “los burgueses del islam”, como llamaron los Tharaud a los notables fasis, han sido muy cuidadosos en evitar romper el encantamiento seductor de al-Ándalus, que han cultivado durante siglos. Un arte de vivir, cierto, pero que oculta la conflictualidad entre grupos sociales, ulemas, chorfas, judíos, bildiyyin, cortesanos, etc. Fez siempre fue central en todos los órdenes, a pesar de que los franceses, comprendiendo su ingobernabilidad, le sustrajeron la capitalidad de Marruecos.
II. Sobre la ciudad como sujeto de interpretación
- En sus estudios usted ha explorado la densidad simbólica y temporal de Fez. ¿Qué papel cree que juega la ciudad como archivo vivo, más allá de ser objeto de contemplación orientalista o fuente documental?
Fez es una verdadera ciudad, una medina. Cuando Abdallah Hammoudi publicó su libro Une saison à la Mecque, cuenta que como peregrino marroquí llega a Medina y La Meca, y pregunta por la medina, y los saudíes le indican un bidonville. Insiste, y se da cuenta que no saben de lo que habla, que ha desaparecido el concepto de medina allá, en la cuna del islam. Hablamos sobre ello en Princeton cuando me invitó hace años. La última vez que estuve en Fez, me quedé preocupado, creo que sí existe riesgo de desaparición de la medina en Marruecos, si no se ponen medidas de arraigo en las medinas. He vista la amenaza real que suponen los mall o grandes superficies, o el turismo de masas, que consume sólo souvenirs, a veces hechos directamente en China. En Fez ya hay uno en terreno non aedificandi. El sonido del martillear del trabajo artesano que yo oí en Fez a finales de los setenta, ya prácticamente no existe. Y entonces, si esto se consuma, Fez será un decorado, solo un decorado oriental.
- ¿Hasta qué punto se puede considerar a Fez como una “ciudad contrapunto” frente a Granada en el imaginario hispánico moderno y posmoderno?
Granada construyó su propia orientalidad, como mostré en un artículo en Hésperis /Tamuda, y es una ciudad muy transformada. Tiene una ampliación cristiana hacia la vega y en dirección a Santa Fe. En el siglo XIX se destruyó la antigua medina nazarí en buena medida con la construcción de la Gran Vía, con los criterios de higienizar y especulación urbana de aquella época, y el cubrimiento del río Darro. Fueron transformaciones que corrieron, paradójicamente, en paralelo con la exaltación de la monumentalidad nazarí, y en particular de la Alhambra. Fez, por contraste, es un estilo de vida, fue dotada de un poderosos comercio fasi, en el inicio de la ruta a Tombuctú, también era la sede del poder del sultanato, con Fez Djedi. La Alhambra estaba vacía de todo poder a la vez, y Granada había cortado, por voluntad de Castilla, y sobre todo de Felipe II, toda relación con su hinterland comercial, hacia Fez. Su hinterland, entonces y ahora está cortocircuitados. Los castellanos nunca se fiaron de esa relación mediterránea. Y siguen sin fiarse. Los notables fasis (con a para distinguirlos de los fesíes del común), por otra parte, no han podido o querido conectar con Granada. En medio estaba Melilla. Ahora comienzan a hacerlo con Málaga, donde hay negocio. Si hay alguien que comparten ahora Granada y Fez es su relativa marginalidad en relación con sus respectos estados, que tienen cierta desconfianza de ambas ciudades.
III. Sobre metodologías y epistemología
- Desde una perspectiva antropológica crítica, ¿cómo evitar la reproducción de discursos exotistas al estudiar ciudades históricas como Fez?
Pues el dictum último lo tienen los propietarios del problema, los fesíes, que deben incrementar la actitud crítica sobre su propia historia, evitando el buenismo y el amor propio. En esa medida, le ciudadano se niega a ser un exótico, y con esta actitud poner freno a los discursos foráneos que lo quieren como un diferente. El exotismo es una enfermedad cultural peor incluso que el orientalismo, ya que es su fermento madre. Los intelectuales locales deben competir con armas epistémicas contemporáneas disputándoles el terreno a los investigadores foráneos. No se trata de una xenofobia contra lo que viene de fuera sino de un deseo manifiesto de igualdad. Sólo de esta manera, en diálogo, desde dentro y desde fuera, Fez avanzará en su propia comprensión. Fez con sus varias universidades debe ser un “pôle de la connaissance” verdadero. En eso tiene un punto en común con Granada, y su potente universidad.
- ¿Cree usted que la categoría de “exotismo” puede aún servir como herramienta analítica válida, o debe ser sustituida por nociones más dinámicas como las de “movilidad”, “translocalidad” o “mestizaje epistémico”?
El exotismo es muy atrayente en la medida que, como sostenía Víctor Segalen, es una mezcla de antropología y estética. Pero para analizar lo social en sí hacen falta otras categorías como sujeto diaspórico, subalternidades, nomadismo contemporáneo o transculturalidad. Mirándo hacia América Latina, podemos encontrar figuras como Fernando Ortiz o Gilberto Freyre, como interesantes, o en España, Américo Castro. Creo en un mundo poscolonial ya no hay que mirar hacia Francia o Estados Unidos, sino horizontalmente hacia otros sures, como el latinoamericano, para desvelar los problemas, y establecer nuevas narraciones e interpretaciones. Así lo manifiesto en mi último libro, Sur poscolonial, publicado hace escasos meses.
- ¿Qué tipo de relación (teórica o afectiva) debería cultivar el investigador actual con ciudades como Fez para no incurrir en una reapropiación simbólica o epistémica?
Básicamente, la igualdad, el deseo dialógico, y el respeto. Esta última es una categoría antropológica importante. Fez no es un ente o una entelequia, es un organismo vivo. En ella se ha ejercido el poder y el contrapoder de una manera inteligente y singular, incluso en sus momentos más oscuros. Fez no encierra ningún misterio más que el de su propia vida social, tan interesante. Acercarse a Fez con una mirada poscolonial exige la cooperación. Yo no hubiese comprendido algo de Fez, si no hubiese tenido relaciones con buenos colegas y amigos marroquíes, como Alí Amahan, Mohammed Chadli, Mohammed Métalsi.
IV. Sobre memoria, archivo y postcolonialidad
- Usted ha trabajado sobre eventos traumáticos como los pogromos de 1912 en Fez. ¿Qué lugar ocupa la violencia colonial y su olvido en la lectura europea de ciudades como Fez?
Memoria social y colectiva, ese es el término clave de Maurice Halbwachs en los años veinte. Ha hecho falta un siglo para que se popularice. Halbwachs murió en un campo de concentración, donde la memoria era destruida sistemáticamente. La memoria social es trascendente. Ahora bien, Marc Augé, señala que el olvido tiene la misma importancia que la memoria. Acontecimientos como los de abril de 1912 en Fez, las “journées sanglantes”, tuvieron tanto de heroico y como de miserable a partes iguales, de rebelión anticolonial y de progrom xenófobo, por igual. La historiografía nacionalista marroquí y la colonial francesa, han pasado de puntillas por el asunto. Molesta a unos y a otros este intrincado asunto. Pero la historia y la antropología tienen su propio discurso, internacional y cosmopolita, y al él se deben. Comprender Fez en 1912 es un deber científico y en el fondo realmente anticolonial.
- ¿Cree que el arabismo académico ha incorporado lo suficiente las herramientas críticas postcoloniales en su aproximación a Marruecos y a su patrimonio simbólico?
Los académicos, hasta hace poco eludían la cuestión colonial. Recordemos a Robert Montagne y a Henri Terrasse, buenos científicos y espías procoloniales, fanáticos de los intereses civilizatorios de su metrópoli. Hace falta un esfuerzo marroquí e ibérico para entrar de lleno en la lógica poscolonial. Es un trabajo de intimidad cultural, que exige el esfuerzo de los hispanistas y lusistas marroquíes y de los magrebistas (que no es igual que arabistas) de España y Portugal. Poseemos emociones compartidas y también un especio geográfico común. Debemos descubrir nuestros intereses, divergentes, pero dialogantes. Estoy harto de falsos discursos de fraternidad con final de fiesta. Esto no es una fiesta, esto es la realidad geocultural que nos impele a entendernos, más allá de los sentimientos fatuos de fraternidades evanescentes. En el interés no hay engaño. Por ahí hay que empezar.