Por: Ouafqa Sahar
1. En la introducción de su libro señala que Fez la Nueva “ha permanecido casi ausente en la bibliografía actual” pese a su relevancia como capital meriní. ¿Cómo explica esta ausencia historiográfica y qué nos dice sobre las prioridades de la investigación en el Magreb medieval?
Sí, desde luego llama la atención que una ciudad palatina como Fez la Nueva, contemporánea y análoga a la Alhambra, haya sido objeto de tan pocos estudios; especialmente, considerando la monumentalidad de sus restos arquitectónicos. Los trabajos de J. Delarozière y H. Bressolette fueron un primer punto de partida muy significativo, ya que en un momento relativamente temprano lograron un gran avance sobre el conocimiento de este conjunto urbano y su evolución. A continuación, todos los intentos han sido excesivamente tímidos y los motivos de este parón científico en el estudio de Fez la Nueva se pueden deber, al igual que en el resto del Magreb medieval, a una inercia académica que se conformaba con los resultados obtenidos en la primera mitad del siglo XX. Poco a poco son varios los equipos marroquíes y europeos que han ido echando en falta nuevas aproximaciones, la aplicación de métodos actualizados y la búsqueda de un estudio adaptado al conocimiento actual.
2. Abū Yūsuf Ya‘qūb decidió fundar en 1276 una ciudad palatina a 200 metros de Fez al-Bali, destinada a albergar el aparato político y militar. ¿Qué mensaje transmitía esta separación espacial respecto a la ciudad antigua y cómo afectó a la identidad de Fez como ciudad doble?
Fez es una ciudad de ciudades. De hecho, la metrópolis actual es una aglomeración de cuatro núcleos (al-Andalusiyyīn, al-Qarawiyyīn, Fās al-Jadīd y la Ville Nouvelle), además de las nuevas barriadas periféricas. Este proceso histórico, sumado a la topografía, ha resultado en un paisaje urbano fragmentado a modo de “islas” conectadas entre sí por vías, puentes, canales y huertos.
La separación fue sin duda una medida estratégica. Fez ha sido siempre una población muy hostil frente a la imposición de nuevos poderes y Abū Yūsuf consideró conveniente instalarse en un enclave aislado, pero disfrutando a la vez del potencial que ofrecía la ciudad antigua. De este modo, el soberano garantizaba su protección, pero también evitaba enfrentamientos entre la población y los contingentes militares.
Además, desde un punto de vista escenográfico, el soberano adquiría así una mayor dignificación al ocupar un espacio urbano autónomo y dotado de monumentalidad. Esta segregación supuso que en adelante la ciudad palatina funcionase de forma prácticamente independiente y fuese considerada como otra ciudad. Así continuó durante varios siglos.
3. Usted plantea que la Ciudad Blanca reproducía los componentes de una madīna islámica (murallas, puertas, zoco, mezquita aljama), pero con atributos propios de una capital dinástica. ¿Podemos considerarla un paradigma singular frente a otras ciudades palatinas como Madīnat al-Zahrāʾ o la Alhambra?
Desde un punto de vista funcional, los tres ejemplos responden a un mismo propósito y por ello albergan componentes muy semejantes. Realmente sus diferencias se deben en gran medida a las particularidades del territorio (topografía, hidrografía, caminos…), así como también necesidades muy concretas de cada contexto y periodo. Estos parámetros son los que condicionan una materialización distinta en cada caso y, por supuesto, también se dan las diferencias arquitectónicas propias de cada lugar y tiempo. En concreto, y al margen de las divergencias materiales y paisajísticas, su hermanamiento con la Alhambra es especialmente significativo debido a su configuración simultánea.
4. El control del agua y las infraestructuras hidráulicas —norias, acueductos, canales— aparecen como ejes fundamentales en sus estudios. ¿Qué papel desempeñó la gestión del agua en la configuración del poder meriní y en la planificación de Fez la Nueva?
Las crónicas más verosímiles que nos informan sobre el proceso fundacional de la ciudad, proyectada en 1276, señalan de forma patente su posición junto al río, aspecto que no parece ni mucho menos casual. De hecho, a este respecto las fuentes escritas omiten una valoración complementaria que, desde mi punto de vista, es importante y que no puede ser manifestada hasta que se recurre a una buena cartografía con representación de los cursos de agua. Curiosamente, tanto Fez la Vieja (Fez al-Bālī) como Fez la Nueva se sitúan junto al río, pero la fundación meriní se halla “aguas arriba” con respecto a la corriente del río. Esta condición brinda a la ciudad palatina prioridad a la hora de captar agua y estuvo motivada probablemente por dos propósitos. Por un lado, Fez albergaba una importante actividad industrial, además de una gran cantidad de habitantes, lo que generaba una seria polución en el río. La ubicación de la ciudad palatina en una posición adelantada garantizaba una disposición de agua más limpia. Por otro lado, ante una reducción estacional del caudal, contaría con preeminencia para tomar agua y menor riesgo de desabastecimiento.
5. En su libro menciona que la destrucción patrimonial más intensa no ocurrió en época medieval, sino con el protectorado francés y, más recientemente, con la densificación y turistificación de la ciudad. ¿Cómo valora este proceso ambivalente de patrimonialización y destrucción en el Fez contemporáneo?
Realmente no conocemos bien las destrucciones históricas que pudieron producirse en época medieval y moderna, ya que en muchos casos solo podrían desvelarse por medio de la excavación arqueológica. En el estudio realizado, quizás la intervención más notable sea la de Ḥasan I (1873-94), quien privatizó el acceso septentrional de la ciudad (Bāb al-Sabʿ) y un segmento de la arteria principal, generando una gran alteración del tejido urbano medieval y de la configuración fundacional meriní.
Sin embargo, las transformaciones de los siglos XX y XXI son bastante intensas y resulta poco probable que anteriormente se haya alcanzado tal efecto destructivo. La pregunta que hace es pertinente, pues actualmente nos encontramos ante una situación contradictoria. Por un lado, se promueven numerosos proyectos de restauración, pero, por otro, no existe una auténtica puesta en valor del patrimonio medieval. Desde mi punto de vista, este concepto engloba varias tareas: la protección, la conservación y la generación de conocimiento. Desafortunadamente, las intervenciones no están, por lo general, sensibilizadas con ello y son realizadas sin la integración de especialistas en historia y arqueología. El resultado es la destrucción de edificios o elementos de ellos, aunque finalmente haya una apariencia de recuperación. Hay muchas formas de restaurar y no todas son respetuosas. El problema es que todo lo que se destruye desaparece y si, además, no se documenta, entonces nunca se conocerá.
6. Usted subraya que los estudios clásicos sobre Fez la Nueva (Terrasse, Le Tourneau, Bressolette, Delarozière) estaban limitados por su dependencia de traducciones y por metodologías estáticas. ¿Qué aporta hoy una mirada que combina fuentes árabes, arqueología y documentación planimétrica?
La aportación de Terrasse, Le Tourneau, Bressolette y Delarozière es encomiable y constituye una referencia fundamental que perdurará a lo largo de los tiempos. Ahora bien, la responsabilidad que tenemos los nuevos investigadores que deseamos continuar con el estudio de la arquitectura del Occidente islámico es precisamente aportar nuevo conocimiento y para ello no solo cabe acometer el estudio de estructuras inéditas, sino también arrojar nueva luz sobre aspectos ya trabajados. En el último medio siglo, el arabismo, la historia de la arquitectura y la arqueología islámica han experimentado un gran desarrollo en España gracias al estudio de al-Ándalus, lo que ha supuesto un gran salto cualitativo y la consolidación de métodos de trabajo efectivos y rigurosos. De tal modo, para el estudio de Fez la Nueva he tratado de aplicar todas las herramientas aprendidas en la Escuela de Estudios Árabes del CSIC y en la Universidad de Granada para así exprimir al máximo la investigación dentro de las posibilidades y recursos disponibles. Asimismo, se puede decir que el análisis en paralelo de fuentes árabes, arquitectura y espacio urbano ha potenciado considerablemente los resultados al haber confrontado datos vinculables y gozar de una perspectiva más profunda de los conceptos. Desde luego, es una experiencia enormemente gratificante y entretenida poder dibujar la planimetría de estructuras medievales y a la vez leer en fuentes primarias los diversos avatares históricos ocurridos en torno a ellas. En el mejor de los casos incluso existen breves descripciones que permiten contrastar el relato con lo conservado.
7. Entre los apartados de su investigación destacan la mezquita aljama, la mezquita al-Ḥamrāʾ, la judería y otros espacios religiosos. ¿Qué nos revelan estos enclaves sobre la pluralidad social y confesional de la Fez meriní?
Como muchas sociedades del pasado musulmán, en Fez encontramos una población heterogénea; situación que se intensificó a nivel religioso en Fez la Nueva con la presencia de una comunidad judía y contingentes militares cristianos de origen ibérico. De hecho, esta presencia explica de nuevo la existencia de la ciudad palatina, pues sirvió de espacio para asentar a estas dos últimas agrupaciones y evitar hostilidades. Para el soberano no existía ninguna incompatibilidad y, de hecho, mostraba interés por mantener ambas bajo su amparo, pero una libre convivencia social en Fez al-Bālī podía desencadenar fricciones ocasionales y por eso se recurrió a una segregación relativa.
8. En su trayectoria ha estudiado también las almunias, como Ǧannat al-Muṣāra, vinculadas al ocio cortesano y a la escenografía del poder. ¿Qué relación guardaban estos espacios periurbanos con la representación política y ceremonial de la ciudad?
Las almunias de los soberanos podían llegar a ser en ocasiones lugares de recepción incluso más importantes que el propio palacio de la ciudad. Eran espacios de gran ostentación en los que se exhibía la capacidad del propietario para crear magníficos cultivos y construcciones. Al-Muṣāra se podría considerar la almunia oficial de la dinastía meriní, al igual que el Generalife de Granada lo fue para la dinastía nazarí; respondiendo de este modo a un tipo de finca que está al servicio de la actividad cortesana y protocolaria. En cuanto a la representación política y ceremonial, no cabe duda de que al-Muṣāra sirvió para tales cometidos. Por un lado, las fuentes escritas relatan su uso como lugar de recepción y hospedaje para visitas regias. Allí se hospedó el sultán nazarí Muḥammad IV cuando vino a negociar con el sultán meriní Abū al-Ḥasan. Además, contaba con un pabellón en altura que permitía supervisar las marchas militares y la partida de embajadas. El propio sultán nazarí Muḥammad V fue despedido con grandes honores en dicho pabellón antes de regresar a Granada para recuperar el poder. Las estructuras en cuestión han desaparecido, pero debían de conformar un escenario singular al servicio del alarde y el poder.
9. Usted mismo señala que, con el tiempo, Fez la Nueva se transformó en un barrio integrado dentro de la ciudad, conservando funciones secundarias bajo los sa‘díes y alauíes. ¿Qué nos enseña este destino híbrido sobre las dinámicas urbanas del Magreb?
El protagonismo y centralidad de Fez la Nueva decayó considerablemente con el colapso de la dinastía meriní. Sin embargo, su carácter de ciudad palatina nunca se ha perdido y aún hoy alberga el palacio real utilizado de forma ocasional por la monarquía alauí. Además, el peso de Fez, en su totalidad, dentro del territorio marroquí nunca cesó y gozó de cierta polaridad frente a Marrakech, la nueva capital de los sa‘díes (siglo XVI). Prueba de ello es que los herederos al trono solían ocupar el cargo de “virrey” en Fez y, lógicamente, residirían en Fez la Nueva, donde ocuparían los antiguos palacios meriníes y levantarían sus propias estructuras. Asimismo, en los momentos de debilidad dinástica y de enfrentamiento entre aspirantes al sultanato surgían dos poderes simultáneos cada uno asentado respectivamente en Fez y Marrakech.
En cualquier caso, su papel mayormente secundario y la pérdida de gran parte de sus funciones administrativas y militares supuso que Fez la Nueva experimentase sobre todo un desarrollo de los sectores habitados. En este sentido, como toda ciudad islámica, siguió su inercia natural de densificación, aspecto que se vio intensificado con el asentamiento de tribus durante el periodo alauí. Todo este proceso, sumado a la pérdida de autonomía espacial con respecto a Fez al-Bālī debido a la construcción de nuevos recintos amurallados a su alrededor (para industrias y jardines) llevó a la antigua ciudad palatina a convertirse en una extensión de Fez.
10. Por último, indica que el subsuelo de la ciudad nunca ha sido excavado y que podría deparar sorpresas semejantes a las de la Alhambra. ¿Qué perspectivas de investigación se abren en torno a Fez la Nueva y qué pasos serían necesarios para avanzar en su conocimiento?
En adelante, el modo de progresar en el estudio de Fez la Nueva consistiría en aprovechar los registros materiales del subsuelo por medio de excavaciones arqueológicas. Hasta la fecha son incontables las intervenciones que se han llevado a cabo en la Alhambra y gracias a ello poco a poco se han podido ir conociendo mejor su evolución y sus variadas construcciones, aunque todavía es mucho lo que queda por saber y numerosas las preguntas a resolver. Por ejemplo, aún resulta complicado imaginar aspectos como el tejido urbano del periodo nazarí en su totalidad, la delimitación de los sectores internos, la extensión de los espacios ajardinados y, todavía más complicado, la evolución de todo ello a lo largo del tiempo. Estas ciudades no son obras monofásicas e inmutables, sino lugares con una intensa actividad edilicia. En Fez la Nueva podemos esperar un panorama bastante semejante. Por ejemplo, nada sabemos de los impresionantes palacios meriníes, las viviendas del sector habitado, así como tampoco los espacios industriales; por no hablar de los pabellones y ajardinamientos de al-Muṣāra. Pero, bien es cierto, que también debemos contemplar las restricciones que se presentan para su estudio, ya que en su mayoría son elementos que se emplazan actualmente en zonas de muy difícil acceso (Palacio Real, cementerio…). Con suerte, una revalorización efectiva de Fez la Nueva alentará en el futuro nuevas intervenciones y colaboración.
[i] Arquitecto por la Universidad Politécnica de Valencia (2013) y Doctor en Historia y Artes por la Universidad de Granada (2020) y actualmente ejerce como profesor de arte medieval en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Sus principales líneas de investigación se enmarcan dentro de los estudios de arquitectura y paisaje urbano en el Occidente islámico, centrándose de manera particular en la arquitectura religiosa, las instituciones socio-religiosas y las almunias. A nivel metodológico, se ha interesado por dos vertientes complementarias entre sí: la documentación arquitectónica y las fuentes árabes.