Por Iliass Ben Abdennour
La nueva novela iberoamericana nació en la década de los 40, del siglo pasado, como reacción de un grupo de escritores frente a lo que consideraban el estancamiento de la narrativa en el continente y la prevalencia de unos esquemas formales de corte realista-naturalista y de una temática excesivamente localista. El “boom latinoamericano” no es un movimiento ni una escuela, es producto de la casualidad, una convergencia inesperada y sobre todo inusitada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que América Latina era capaz de producir talento literario.
Los críticos denominaron esta nueva manera de escribir en el continente americano con la onomatopeya “boom” para referirse a la audacia de muchos novelistas en su afán de romper con la tradición literaria predominante, gracias al desarrollo de unos factores literarios y extraliterarios. Este grupo de autores cambió el destino de la lengua española, como solo había ocurrido previamente durante el siglo de oro. A estos autores les unía la ambición, el talento, el compromiso político y, por supuesto, el amor por la literatura. El boom apeló a las ansias de identidad y le enseñó al mundo entero que se puede ser un latinoamericano universal. En otras palabras, la nueva novela supo reflejar la crisis identitaria y el esfuerzo en la construcción de una nueva definición del ser latinoamericano, por tanto, fue un intento de definir y delimitar lo latinoamericano a través del surgimiento de una conciencia social.
La nueva generación de escritores compuesta principalmente por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y José Donoso rompió con los antiguos cánones literarios de la novela de la tierra, la novela indigenista, la novela de la revolución mexicana y el naturalismo. Años antes, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato, Agustín Yáñez, Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, presentaron los primeros síntomas del cambio y de la ruptura con la tradición literaria imperante. Si durante la segunda mitad del siglo XX la novela proyectaba ese choque del Hombre con la naturaleza, es decir, el desafío a una geografía avasalladora, imponente y hostil que ejercía poder devastador sobre el hombre latinoamericano, con el boom tuvo lugar el traslado de la novela del campo a la ciudad, con sus problemas y contradicciones, resultado del crecimiento geográfico que conocieron las grandes ciudades como Buenos Aires, México DF, Montevideo o Santiago de Chile. La década de los 40 del siglo pasado fue clave en lo referente a la aportación de la primera generación de novelistas postmodernistas y regionalistas. En 1941 apareció la novela del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti Tierra de Nadie, que anunció con osadía una nueva manera de hacer novela. En 1949 se publicó El Aleph, obra magna del maestro argentino Jorge Luis Borges, considerada como una de las obras que marcaron el surgimiento del realismo mágico que caracterizaría a gran parte de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Para estudiosos del boom como Emir Rodríguez Monegal y Donald Shaw, la novela dejó de ser un documento político o geográfico para convertirse en un producto netamente literario. En este sentido Mayra Herra afirma que:
“El novelista contemporáneo quiere abandonar el texto como pretexto porque sabe que si lo que se quiere es presentar una ideología ello se hace mejor por medio del ensayo”.
Hubo factores políticos e históricos que jugaron un papel crucial en la aparición de esta nueva manera de confeccionar la novela, entre ellos, el triunfo del general Francisco Franco en la Guerra Civil española y, con ello, muchos intelectuales españoles optaron por exiliarse al nuevo mundo. El aporte de estos intelectuales españoles desde la perspectiva cultural es indiscutible, estimularon la creación de editoriales, revistas y bibliotecas. La literatura europea y estadounidense tuvo una considerable influencia en el boom, las lecturas de los artífices de la nueva novela a maestros contrastados como William Faulkner, Marcel Proust, Franz Kafka, Ernest Hemingway y James Joyce, entre otros, fue determinante para los escritores que empezaron a escribir después de 1940, aprovechando el ingenio novelístico de los autores citados e importando nuevas técnicas narrativas que consiguieron seducir a los autores de todos los lugares. Al respecto, Edmund Paz Soldán afirma que:
“Para producir algo original los escritores del Boom supieron aprender de los mejores maestros, para renovar las formas combinaron a los clásicos con los innovadores. Así, hoy los leemos como los clásicos innovadores que son”.
La fecha de 1962, que coincide con la publicación de La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, fue clave para dar a conocer al mundo la existencia de una nueva generación de autores latinoamericanos ansiosos por destacar al continente americano en el mapa literario mundial. El congreso de Intelectuales y Escritores Latinoamericanos celebrado en la universidad de Concepción (Chile, 1962) sirvió para sacar al continente americano del aislamiento intelectual en el que estaba. A raíz de ese congreso se impulsó la organización de otros encuentros y la entrega de premios literarios. Todo esto contribuyó en la difusión de noticias sobre los eventos y muchas personas se interesaron en adquirir y en leer las nuevas novelas. Mario Vargas Llosa observó a este respecto que “El Boom fue un reconocimiento de que América Latina, no solo producía dictadores o el mambo, sino también una literatura que aportaba algo novedoso, original y creativo a la literatura moderna”.
Los premios literarios, especialmente el premio Biblioteca Breve Seix Barral, fueron un trampolín para los nuevos escritores y contribuyeron a fomentar la lectura de los novelistas latinoamericanos de la época. Para algunos, la relación de la editorial Seix Barral con el Boom despertó mucha polémica al considerar -un sector de la crítica- que todo lo que giraba en torno a la nueva novela estaba íntimamente relacionado con las mafias editoriales. ¡Es de ingenuos asegurar tal barbaridad! La calidad literaria de estas obras está fuera de toda discusión y prueba de ello es que con el tiempo se convirtieron en lecturas obligatorias para todo aquel que deseaba acercarse a una de las etapas más gloriosas de las letras latinoamericanas.
En 1962 Mario Vargas Llosa fue galardonado con el premio Biblioteca Breve por su novela La ciudad y los perros; en 1963 fue premiado Vicente Leñero (Los albañiles); en 1964, Guillermo Cabrera Infante (Vista al amanecer en el trópico); en 1967, Carlos Fuentes (Cambio de piel); y, en 1968, Adriano González León (País Portátil). Todos estos reconocimientos confirman que el boom no fue una conspiración comercial, pese al origen publicitario del nombre, hubo una explosiva riqueza creadora que fue oportunamente apoyada por grandes editoriales en España. Carmen Balcells, agente literaria de gran prestigio en España, conocida por los autores del boom como “La Mamá Grande” y la gran impulsora del boom latinoamericano en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, se convirtió en un vínculo literario clave entre España, América Latina y el resto del mundo. Logró tener en su agencia a los más grandes de la literatura en español.
Para las generaciones posteriores el boom pesó demasiado. Eclipsó a toda una generación que tardó en liberarse de las ataduras de la generación anterior. La sentencia de T.S. Eliot a James Joyce, cuando le dijo “Usted ha aumentado enormemente las dificultades de ser novelista”, bien puede aplicarse al legado literario de los escritores de la nueva novela iberoamericana.
Uno de los escritores árabes más conocidos en el mundo por escribir sus novelas en francés, Tahar Ben Jelloun, reconoce la influencia de los autores de la nueva novela en su obra:
“Encontraba una familiaridad entre el universo de estos escritores y el de los escritores del mundo árabe. Leía a Carlos Fuentes o Vargas Llosa como si fueran de mi país (…) Al leer a Borges, Onetti, García Márquez, Neruda y a los demás, mi escritura ha gozado de permiso para soñar e inventar. Les debo esta libertad y este desarrollo de la imaginación sin límites”.
Abir Abdelhafez, profesora de español en la Universidad de El Cairo (Egipto), considera que la publicación de Cien Años de Soledaden 1967 fue clave para que el mundo árabe se aproximara a la literatura latinoamericana:
“Cien años de soledad es un libro mágico. Muchos críticos y lectores lo comparan con El Quijote de Miguel de Cervantes. Y es que marca la apertura de la narrativa hispanoamericana en el mundo árabe. Es como un mito. Incluso mi dentista me dijo que yo tenía mucha suerte de poder leerla en su versión original”.
En abril de 2014, España y Egipto crearon el premio Mario Vargas Llosa, un galardón que premia la traducción al árabe de la literatura española e iberoamericana, respectivamente. Para dar nombre al premio se optó por uno de los artífices del boom: el escritor peruano Mario Vargas Llosa. A este respecto, Mohamed Abul Ata, profesor en la Universidad de El Cairo y presidente del jurado dijo lo siguiente:
“Mario Vargas Llosa es conocido y querido en el mundo árabe. Es un buen reclamo para un premio que quiere promover la traducción de obras de España y Latinoamérica. Vargas Llosa es peruano y español al mismo tiempo”.
Los autores del boom dejaron un legado literario basado en la experimentación, la exquisitez y la innovación. Llevaron a Latinoamérica a la cumbre de la Literatura Universal siendo Barcelona el punto común que les unía. Las ansias de modernidad que se respiraban en la Barcelona de aquellos años congregaron a un grupo de escritores que convirtieron a la ciudad en la capital de las letras iberoamericanas.
El boom no fue un movimiento literario como los ismos, porque no tuvo una estética común. Hubo una destacada diferencia estilística entre cada autor, lo único que los unió fue la innovación en el lenguaje narrativo y la experimentación. A estos autores se les considera como la primera generación literaria en Latinoamérica que pudo vivir de su literatura sin necesidad de ejercer otro oficio para subsistir, debido a los miles de ejemplares que vendieron, hecho que podría ser un reflejo de la calidad de sus producciones que supieron captar y capturar lectores en todo el mundo.
García Márquez, Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y muchos más alzaron la voz y gritaron fuerte: ¡Latinoamérica también EXISTE! El boom supuso una inyección de autoestima para América Latina. Desde entonces el canon mundial de la literatura ha incluido a autores latinoamericanos.
BIBLIOGRAFÍA
Bensa, Tatiana. Identidad Latinoamericana en la Literatura del Boom, Revista de Estudios Iberoamericanos, N°2, junio, 2005.
Herra, Mayra. El Boom de la literatura Latinoamericana: causas, contextos y consecuencias, Centro de Computo de la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica, 1989.
Donoso, José, Historia personal del boom, Madrid, Alfaguara, 1972.
50 Años del Boom: La literatura que cambió el español. Los maestros que influyeron al Boom, artículo del diario El País, noviembre de 2012.
Xavi Ayen, Aquellos años del Boom, Barcelona, RBA Libros, 2014.
José Donoso, Historia personal del Boom, Alfaguara, Madrid, 1987.
MEDIAGRAFÍA
http://www.rtve.es/noticias/20121105/vargas-llosa-cree-boom-literario-no-duro-mas-diez-anos-politica/572941.shtml
https://elpais.com/cultura/2012/11/17/actualidad/1353176750_272527.html
https://paginasarabes.com/2012/08/12/garcia-marquez-en-arabe-por-karim-hauser/
https://www.elmundo.es/cultura/2014/04/14/534ad845268e3ed16d8b4571.html