LA FUNCIÓN DE LAS REVISTAS LITERARIAS COMO LUGAR DE ENCUENTRO EN LA LITERATURA HISPANOMAGREBÍ. EL CASO DE AL-MOTAMID DE TRINA MERCADER

CONGRESO “LA FRONTERA LÍQUIDA”

Córdoba, 25-26 noviembre de 2019

Ponencia de Remedios Sánchez

Universidad de Granada

1.- Introducción. Trina Mercader una poeta entre dos mundos

Resulta Trina Mercader una de las voces poéticas más desconocidas y menos tratadas del periodo de posguerra, dentro de la llamada Generación del 50. No debiera suponer esto ninguna sorpresa: vivir alejada de los núcleos de poder (fundamentalmente Madrid y Barcelona) y su condición de mujer, a lo que se suma lo escaso de su obra (con tres poemarios:  Tiempo a salvo -de 1956- y Sonetos ascéticos de 1971, con sendos prólogos de Federico García de Pruneda y Antonio Carvajal-, al que se suma Pequeños poemas, publicado en 1944 con el pseudónimo de ‘Tímida’, y algunas otras composiciones sueltas divulgadas en diversas revistas) resultan tres circunstancias capitales para entender esa “supresión”, como lo define con precisión Fernández Hoyos (2007: 537), que se basa para hacerla, más que en un silenciamiento, en un desconocimiento de su obra por parte de la crítica; si bien hay comentarios de estudiosos de primer nivel como Guillermo Díaz-Plaja que, refiriéndose a sus Sonetos ascéticos, afirmó  en su crítica de ABC que  resultaban “una maravilla de precisión formal y de encadenamiento lógico. Una lección magistral de retórica en el más noble sentido de la palabra (1972: 27).

Mercader, alicantina nacida en 1919, se traslada en 1936 a Larache y permanecerá. tras aprobar unas oposiciones para gestión municipal, en el denominado Protectorado Español ejerciendo tareas como oficial  administrativo en algunas de las diferentes ciudades que lo conformaron (en concreto en Larache, Villa-Sanjurjo -actual Alhucemas- y Tánger) hasta 1958 en que se traslada a Granada, ciudad en la que fallece en 1984.

Las claves de su poética radican en la ambición de trasparencia, en el dominio de la retórica y en ese estar a medio camino entre lo místico y lo ascético que, como afirmó el poeta melillense Miguel Fernández, “comportarían su triángulo temático: vida-muerte- divinidad” (1997: 564). Por su parte, Andrés Soria Olmedo estima que:

La curiosidad de Mercader por el mundo, el intento por establecer un diálogo con instancias habitualmente consideradas importantes o transcendentes como la muerte o la divinidad, la mirada inquieta hacia la naturaleza, la reflexión sobre la escritura… conducen a Mercader a la construcción misma de la identidad o un sujeto poético femenino que se atreve a decir-escribir la verdad de lo que ve y que pretende contagiar su entusiasmo vital a través de pequeñas composiciones poéticas, desde los pequeños gestos hasta el ascetismo sui generis, desde el desencanto o la melancolía hasta la emoción por la posibilidad de la escritura (2000: 77).

Efectivamente, ahí residen algunas características en las que se asienta su identidad poética y que le dan a su voz unos matices bien diferentes de lo que estaba sucediendo en ese momento en la poesía más social de la península. Es evidente que su modo de concebir el hecho de creación  es muy personal y lo concibe desde la individualidad, no desde el nutriente colectivo de los cenáculos literarios donde se dirimían los caminos estéticos que debía tomar la poesía española. Además y, como escribe Fernández Hoyos,

Lo propio o singular de una escritora como Trina Mercader, lo que confiere a su producción su posible unicidad y, en consecuencia, el interés para que la leamos hoy, radica en el punto de vista, en el yo que organiza los fragmentos del discurso cultural o vital. En este sentido, el material que utiliza, la lengua (en su doble vertiente: referencial y expresiva) se compone a través de una mezcla de vida y escritura, que a su vez comparte un espacio común: la memoria y con ella la construcción del sentido, y aquí, en el mundo de la identidad, surge la preocupación por el otro, la cuestión de cómo y dónde hay que situar al otro (2007: 537).

Sin embargo, la prioridad de Trina Mercader (se percibe en su correspondencia, tan amplia y valiosa) no fue tanto su propia obra personal como la gran labor literaria de difusión y promoción  que desarrolló en su etapa como directora de Al-Motamid. Verso y prosa y los proyectos a ella asociados que van a ser el epicentro del presente capítulo.

2.- Al-Motamid. Verso y prosa, una revista hispanomarroquí  en su contexto (1947- 1956)

La realidad del Protectorado Español en Marruecos (1912 a 1956/1958) se regula a partir de un primer Tratado de Fez con Francia (marzo de 1912) del que luego deriva el Tratado Hispano-Francés que se rubrica el 27 de noviembre y que otorga a España el control de la zona de Marruecos con capital en Tetuán, regulado a partir del Real Decreto de 27 de febrero de 1913. Se organizaba en torno a dos estructuras: el Alto Comisariado  y  el Jalifa, delegado del sultán, que era a la vez responsable religioso y de legislación con su equipo de visires y altos funcionarios  (Majzén). Como aclara Martín Corrales,

La noción de protectorado suponía el mantenimiento de las formas de gobierno tradicionales de los marroquíes, aunque tuteladas por las instituciones políticas creadas por los colonizadores para desarrollar su correspondiente labor «civilizadora»). En la cúspide de la estructura política indígena se encontraba el jalifa (representante del sultán de Marruecos en la zona), asistido por el Majzen (gobierno presidido por el gran visir). Paralelamente, las ciudades eran regidas por los bajás, mientras que los caídes hacían lo propio en el ámbito rural. Por su parte, la estructura colonial pivotaba en torno al alto comisario asistido de delegaciones (Servicios Indígenas, Fomento y Hacienda) (Salas, 1992). En este esquema, la figura de los interventores, interlocutores coloniales ante los notables locales, tuvo una importancia extraordinaria (Mateo, 1997). La financiación de este aparato político-administrativo corrió por cuenta de la potencia colonizadora,  para la que supuso un continuo y oneroso esfuerzo (1998: 156).

No era el territorio del Protectorado precisamente pequeño (unos treinta mil kilómetros cuadrados, ocupando la zona de costa y las montañas del Rif que nunca se acabaron de controlar totalmente) y la verdadera etapa de gestión no se inicia hasta 1927, una vez pacificada la zona

Y bajo esas premisas de convivencia forzada, ¿qué sucede con la cultura? Escribe Trina Mercader, residente en ese momento en Larache, algo que refleja muy bien la realidad histórico-social y cultural de ese momento:

Larache poseía, en lo cultural, un ambiente oficial mantenido por las Autoridades españolas, en lo que fue Protectorado Español. Una serie de actos como conciertos, conferencias, exposiciones, que iban destinados a la intelectualidad española, a los que asistía algún marroquí joven. Estos actos estaban impulsados por la mecánica proteccionista, ensalzando la superioridad del país protector sobre el país protegido. La cultura española, venía a decir, es superior a la cultura marroquí, siempre silenciada.  Esta situación artificial, producto del comportamiento político, daba lugar a un desprecio mutuo, que por ser mutuo nos equilibraba (1981: 76).

En ese contexto se funda Al-Motamid, como herramienta para favorecer el diálogo intercultural desde la conciencia de un nutrido grupo de escritores, liderados por Trina Mercader, de que «la cultura viva de Marruecos existía. Bastó que alguien la convocara sin otros intereses que los estrictamente culturales, para que hiciese acto de presencia» (Mercader, 1981: 76).  Al-Motamid, que se publica desde su fundación de manera bilingüe (español y árabe), concita el interés de los jóvenes escritores de ambas lenguas que iniciaban su carrera, tal y como ha estudiado Fernández Hoyos (2006).

Ya desde el mismo nombre de la revista, tomándolo del último rey abadí de la taifa de Sevilla, amante de la poesía, género al que se dedicó activamente, resulta una declaración de intenciones y pretende propiciar sinergias porque, como escribe la propia Mercader, la publicación «aparece bajo la advocación de ‘Al-Motamid’, como homenaje al pueblo hermano, con impulsos de sincera cordialidad, y abre sus páginas a España en ofrenda de su última inquietud, esperando que su propósito -expuesto hoy modestamente- sea bien acogido y alentado» (Mercader, 1981: 77).

Seguramente, nuestra poeta «se sabe parte del mundo que, si en su magnificencia pasada no existe, al menos se puede intentar editar a través de la convivencia; el problema es articular pasado y presente cuando en él no dominan los elementos de la tradición occidental. Por eso, la solución está en la historia oriental que se puede encontrar en la propia Península Ibérica» (Fernández Hoyos 2010: 88). Puede ser, porque en la suma está la riqueza identitaria de España y las culturas que en ella han ido dejando su poso con el paso de los siglos.

El equipo de la revista donde Trina ejerce como Directora se suman, desde el número ocho, autores melillenses como Jacinto López Gorgé (el responsable de la otra publicación imprescindible de semejante perfil, Ketama, suplemento de la revista de investigación Tamuda, publicado entre 1953 y 1959), Pío Gómez Nisa, Eladio Sos o Juan Guerrero Zamora. Por la parte árabe, los primeros traductores son Driss Diuri (como figura esencial en la primera etapa), Abdel Malik Nader y Ahmed Tadlaui.  Conforme avanza Al -Motamid (a partir del sexto número, en 1947, se amplían las traducciones de autores que escriben en lengua árabe)  se incorporan, bien de manera habitual, bien de forma esporádica, Nayib Abu Malham, Ibn Azzuz Haquim, Muhammad al Arabi al Jattabi, Mohammed Ailzani,  Muhammad Sabbag o Amina al-Loh para las traducciones del árabe.

Son años duros los primeros de la publicación, pero con mucha ilusión por parte del equipo encabezado por nuestra escritora; en él se da cabida a voces que se inician y a poetas consagrados en ambas lenguas para mutuo conocimiento; entre los árabes, Abdelkader El Mokaddam, traducido por Driss Diuri; Mohammad Al-Boanani, Ibrahim al-Ilgui, Abdallah Guennun, Idris El Yá`i, Mijail Naima, Bulus Salama, la palestina Fadwa Tuqan,  el chileno de origen sirio Benedicto Chuaqui, el tunecino Abulqasim al-Shabbi o el egipcio Ali Mahmud Taha. Por la parte española, encontramos la firma de Carmen Conde, Vicente Aleixandre (fascinado con el trabajo de Trina para sacar adelante la revista), Rafael Alberti, Pablo Neruda, Luis López Anglada, Miguel Fernández, José Hierro, Leopoldo de Luis, Leopoldo Panero, Rafael Laffón, la propia Trina Mercader, Jacinto López Gorgé con sus acercamientos -traducidos al árabe- a la realidad de la poesía española,  etcétera (se trata de una extensa nómina de colaboradores); o los grandes arabistas del momento:  Emilio García Gómez, Pedro Martínez Montávez, Soledad Gibert, José María Casciaro, Fernando de la Granja, y Enrique Perpiñá. Es decir, una nómina verdaderamente significativa que revela la magnitud del trabajo llevado a cabo por la alicantina. Sin embargo, y como ella misma explica, «la culminación de «Al-Motamid» como programa de unión mediante la poesía llega en 1953, cuando Mohammad Sabbag entra de lleno en la sección árabe del mismo y, de acuerdo conmigo, amplía sus páginas a 32, de las cuales 16 son arábigas. Ambas portadas consiguen un mismo diseño. Las partes árabe y española se editan por separado, formando cuerpo» (Mercader, 1981: 78).

Precisamente eso era lo que se buscaba: un equilibrio cultural, conocer la cultura del otro desde el respeto mutuo y el amor compartido por la literatura. Tal y como escribe Fernando de Agreda Burillo,  uno de los arabistas de referencia inexcusable en este tema (2000 y 2012, especialmente),

Ambas revistas: Al-Motamid. Verso y Prosa, por un lado y Ketama, por otro, vienen a reflejar un mundo que les era próximo. Nos ofrecen, además, una imagen de la historia de la poesía y del tiempo en que se publicaron: habrá que comprender la evolución de aquellas publicaciones y el medio en que ven la luz y será necesario recordar la historia del Protectorado español en Marruecos, de sus personajes, políticos y civiles que lo protagonizaron (2012: 150).

Sin embargo, todo termina con el fin del Protectorado español: Al- Motamid deja de publicarse en 1956 y será el trigésimo tercero su último número, en el que pueden verse poemas de Gerardo Diego o una traducción del poeta iraquí Maarui Ar-Rusafi a cargo de Martínez Montávez. Es el final de un proyecto esforzado, ambicioso y cargado de ilusiones, una empresa verdaderamente apasionante liderada por una mujer que supo ver que la manera de tender puentes y facilitar la convivencia.

3.- Itimad (o cuando las culturas se fusionan)

Ya se ha dicho. Trina Mercader estaba fascinada con dos figuras: la de Al-Motamid, el rey-poeta defensor de la literatura y el arte en su etapa como monarca de Sevilla,  y la de Itimad Al Rumaikyya, su reina, igualmente aventajada poeta andalusí, a cuyas trayectorias dedica diversas composiciones.  Por esta razón, si la revista lleva el nombre del último rey abadí, la colección anexa a la revista que se desarrolla entre 1954 y 1956, centrada en publicaciones extensas tanto literarias como de análisis de lo marroquí, toma el nombre de su esposa. El perfil lo explica así la responsable: «En 1954 fundamos la colección de libros ‘Itimad’ como ediciones ‘Al-Motamid’ que Pio Gómez Nisa, trasladado a Tetuán, pone en marcha. En dicha colección sólo se publicará temas y autores relacionados con Marruecos» (Mercader, 1981: 79). La corta vida de Itimad da frutos ciertos con cuatro valiosos volúmenes: el primero lo dedican al poeta y novelista Mohammad Sabbag, cuyas colaboraciones con Al-Motamid fueron frecuentes desde 1953; autor de diversos poemarios como Perfume ardiente (tan ponderado por Vicente Aleixandre, quien escribió en 1953 su ‘Carta marroquí’, dirigida a Trina Mercader, que la lectura de algunos poemas de Sabbag resultó uno de los momentos más especiales de su visita a Marruecos), El árbol de fuego (1955), La luna y yo (1956) o Del fuego, y de la luna y otros poemas (1990). En Itimad se publica El árbol de fuego (1955) con preliminares del propio Aleixandre, y que tiene la particularidad de haberse publicado en castellano antes que en árabe. El tetuaní ha sido, con el devenir del tiempo, una de las voces más acreditadas de la literatura marroquí.

El segundo volumen de la colección es la obra narrativa de Carmen Conde, Empezando la vida. Memorias de una infancia en Marruecos (1955), donde la autora rememora los años pasados en la ciudad de Melilla (1914-1920) acompañado de ilustraciones de Antonio Salas.

El tercero será el primer libro publicado por Trina con su nombre (recordemos que el anterior lo publica bajo pseudónimo). Tiempo a salvo (1955) contó con un prólogo del escritor y periodista sevillano afincado en Melilla desde la infancia Pío Gómez Nisa. Ahí ya se nos presenta a una poeta en plenitud que, como aclara Fernández Hoyos, una poeta que sabe que «tomar conciencia del otro no elude el desconcierto de su irrupción, lo propicia y genera el problema de la identidad y la diferencia: la unidad de la identidad, esto es, la cuestión de lo mismo y el conflicto o contradicción de la diferencia, aquella que posibilita el poder hacer la diferencia para poder reencontrar la identidad, la que se expresa como alteridad en la que la memoria y el discurso no pueden quedar indiferentes» (2006: 24).

Finamente, el volumen 4, publicado ya en 1956, es una obra ensayística de Pedro Martínez Montávez, La Escuela Siro-Americana (que incluía un estudio de la selección antológica y textos árabes), «un libro que es considerado una obra de madurez» (Mercader, 1981: 79), a pesar de que el jiennense Martínez Montávez -que había residido una temporada en Tetuán- contaba tan sólo con 21 años y estaba tan sólo inaugurando una carrera que le ha llevado a ser uno de los arabistas contemporáneos de mayor prestigio.

Se vio truncada la publicación del quinto número, que iba a recoger un poemario de Ahmad Al-Bakkali, porque «la independencia marroquí puso fin a esta gran aventura literaria…» (Mercader, 1981: 79). Sonia Fernández Hoyos considera que:

Trina Mercader construye, a través de Itimad y sus momentos, una estética de la nostalgia en la que los contenidos de verdad están al servicio de la actualidad hispano-marroquí, que es esa poesía oriental a la que nos referíamos. Asistimos a una compleja y laberíntica relación entre pasado y presente por medio de una entidad histórica, esa reina andalusí del siglo XI, una de las mujeres de Al-Motamid, que se reelabora en una cronografía presente (2010: 91-92).

4.- Conclusiones. Trina Mercader, “historia de una revista”…

Y, al final, ¿Qué nos queda?  Pues una obra personal corta pero intensa que debe ir tomando su lugar en la poesía española porque posee  una identidad muy definida por una autora que tenía bien claro lo que significaba escribir poesía: decir las cosas como no las ha dicho nadie (no mejor ni peor, sino diferente), expresar la verdad de cada uno; el patrimonio de una mujer que se respetaba y respetaba la literatura, cosa no demasiado frecuente en este tiempo. En carta a López Gorgé de 7 de noviembre de 1947, escribe Mercader algo que debiera tenerse muy presente:

Tengo un nuevo temor en la poesía que voy haciendo, y es que cuanto siento y veo está sentido y visto desde un punto de vista literario del que ya no puedo librarme. Por eso no escribo, no quiero, una sola línea. Para dar un poema sincero, primitivo porque guarda el puro valor elemental de las cosas, es preciso aislarse y vivir, fuera de tertulias, lecturas y charlas. Con nuestro afán de extender un ambiente literario o poético empezamos por sistematizar y limitar la propia poesía. Y a ti te lo digo: odio lo que enfríe la pura emoción, lo que convierte lo más natural en crujido de papeles, como aquel papagayo de Tagore, muerto por sabiduría (recogido por Fernández Hoyos, 2007: 539)

Es decir, la poeta es consciente de la exigencia de decir las cosas de manera distinta para que la obra tenga valor, de la necesidad de la originalidad, de defender un yo propio en sus versos (es decir: su identidad lírica) y teme no lograrlo por la “contaminación” que implica el trabajo cotidiano con otros escritores, al frente de Al-Motamid. Es decir, de alguna manera sacrifica su obra en estos años en beneficio de la proyección de la revista y la divulgación de otros autores, como aclara ella misma: «Mi biografía debería titularse “Historia de una revista”. Porque una revista –Al-Motamid– es la que centra y orienta mi vida en Marruecos» (así reza la solapa interior del poemario Tiempo a salvo). Y es normal. Trina Mercader se encuentra en los autores marroquíes un aprecio por la literatura española que seguramente se desconocía en nuestro país. Y que, naturalmente, no era correspondido, como ella expone: «Esta explosión de posibilidades ilimitadas nos sumergen en un entusiasmo delirante, muy oriental. Los árabes, en sus cartas, nos citan el Quijote, para demostrarnos que nos conocen. Nosotros, lectores españoles, no tenemos ni un solo escritor árabe a que referirnos» (Mercader, 1981: 78) .

En carta a Fernando de Ágreda de 17 de junio de 1979, expresa muy bien este sentimiento que la embarga durante todo el proceso que implicaron la revista y la colección:

Pienso que, gracias a nuestro querido y gran poeta Aleixandre tengo asegurada mi labor de agrupadora en torno a un núcleo –la Poesía– que hasta entonces los intentos oficiales fracasaron. Me pongo en lugar de los marroquíes y sé que hubiera hecho lo mismo… Creo que esto sólo podía hacerlo una mujer (…) Su separata sobre al-Motamid revista, me parece algo desordenado como respuesta al desorden interno de la revista. Porque fue una publicación presa de la propia circunstancia, dentro de un mundo problemático al máximo. Fueron unos elementos muy simples, insuficientes y espontáneos, de un grupo de poetas y pintores que necesitaban una publicación propia, no oficial, por pura necesidad espiritual…Éramos los pioneros, los que iban abriendo camino donde no había nada. Nos sostenía la generosidad propia y nuestro entusiasmo (2003: 220).

Ella tenía plena conciencia del gran trabajo realizado a pesar de que no contara con los apoyos que debió contar y de lo que supusieron ambas publicaciones, de lo que implicó su aportación al mayor conocimiento entre ambos pueblos en ese momento tan difícil de la historia que compartimos y en el que los españoles, fuera de una minoría, no fuimos suficientemente conscientes de lo que suponía la literatura marroquí: «Compárese el escaso conocimiento de poetas, tanto españoles como marroquíes, de su iniciación, con esta floración final de lo plenamente definido, en un terreno de cordialidad y colaboración que todavía se recuerda» (Mercader, 1981:  79-80).

Se cierra con Al-Motamid un fecundo periodo de intercambio cultural entre pueblos hermanos que no vuelve a afianzarse de manera firme (en cuanto a publicaciones literarias periódicas) hasta que la poeta madrileña afincada en Algeciras Paloma Fernandez Gomá toma el testigo de Trina Mercader y recoge con la revista Tres Orillas (primero, de 2002 a 2011) y con Dos Orillas (posteriormente, desde 2012 y cada vez con mayor fortaleza después de treinta y tres números) estas manifestaciones culturales que responden a una voluntad de encuentro de pensamientos diferentes pero con una verdad compartida: el amor por la literatura en el sentido más romántico del término.

5.- Bibliografía

Ágreda Burillo, Fernando de: «Trina Mercader: una experiencia de convivencia cultural en Marruecos», Philologia hispalensis,  14, 2000, pp. 43-54.

_______: «Una mujer emprendedora en Marruecos: Trina Mercader»,  Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección Árabe-Islam, 52, 2003, pp. 217-227.

________: «Recuerdos de un tiempo de revistas hispano-árabes en Marruecos», Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección Árabe-Islam,  61, 2012,  pp. 149-156.

Díaz-Plaja, Guillermo (1972). «Sonetos ascéticos de Trina Mercader», ABC, 7 de julio.

Fernández, Miguel: Obra completa (Edición de José Luis Fernández de la Torre). Melilla: Servicio de Publicaciones de la Ciudad Autónoma, 1997.

Fernández Hoyos, Sonia. Una estética de la alteridad: la obra de Trina Mercader (Beca de Investigación «Miguel Fernández 2004). Melilla: UNED, 2006.

_________: «Rasgos de poética en la obra de Trina Mercader» en Antonio César Morón y José Manuel Ruiz Martínez (coords.), En teoría hablamos de literatura, Granada: Dauro,  2007, pp. 537-543.

________:  «La fascinación literaria por el Oriente: el caso de Trina Mercader», Arenal: Revista de historia de mujeres, 17, 2010, pp. 81-97.

Martín Corrales, Eloy:  «El Protectorado Español en Marruecos (1912-1956). Una perspectiva histórica», en Joan Nogué, J.  y José Luis Villanova (eds.),  España en Marruecos (1912-1956). Discursos geográficos e intervención territorial. Lleida: Milenio, 1999,  pp.  145-158.

Mercader, Trina: Pequeños poemas (bajo pseudónimo de ‘Tímida’). Alicante: Leila, 1944.

______:  Tiempo a salvo. Tetuán: Al-Motamid (colección Itimad), 1956.

_____ :  Sonetos ascéticos. Barcelona: El Bardo, 1971.

______ :  «AI-Motamid e Itimad: una experiencia de convivencia cultural en Marruecos», Revista de información de la Comisión Nacional Española de Cooperación con la UNESCO, 25, 1981, pp. 76-80.

Soria Olmedo, Andrés: Literatura en Granada (1898-1998). Tomo II: Poesía. Granada: Diputación de Granada, 2000.

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