Por Iliass Ben Abdennour
Desde que Cristóbal Colón descubrió el continente americano, sin que este hecho figurara en sus planes de viaje, muchas personas de diversos campos (el arte, las ciencias y las letras) se interesaron en aproximarse a un mundo cuya realidad era un fenómeno complejo basado en la mezcla de etnias y de razas.
La convivencia de distintos grupos étnicos que difieren en el modo de concebir e interpretar el mundo ha servido para que la literatura sea la herramienta que mejor refleje esta diversidad. La comunidad árabe afincada en Iberoamérica representa un colectivo bastante importante en el seno de la sociedad latinoamericana. América latina ha conformado su identidad con el aporte de diversas etnias y culturas, desde sus pobladores originarios, pasando por las implantaciones del período colonial de España y Portugal provocadoras, asimismo, del asentamiento cultural africano que tan rápido y fluidamente se fusionó en el continente americano.
Lo árabe se incorpora al continente americano con la llegada de los viajeros y descubridores españoles en cuyas venas fluía sangre árabe, tal es el caso de Álvaro de Mezquita, Luis de Torres o Simón de Alcazaba. El idioma que llevaron estaba repleto de vocablos árabes que fueron incorporados al idioma español más adelante. Tras la emancipación de los países latinoamericanos los gobiernos diseñaron nuevos programas educativos y en la literatura se empeñaron en dar importancia a las obras de los grandes clásicos españoles como Cervantes, Góngora, Quevedo y Garcilaso de la Vega; autores cuyas obras subrayan la herencia árabe, como fruto del legado del Al-Andalus. El contacto de los estudiantes latinoamericanos de aquella época con el mundo árabe fue libresco, lo que despertó en ellos la curiosidad por descubrir un mundo exótico y misterioso.
A finales del siglo XIX y principios del XX, un número considerable de habitantes de Bilad al-Sham (Siria, el Líbano y Palestina) al igual que otros europeos emprendieron un largo viaje para instalarse en el continente americano. El comienzo de la emigración coincidía con la decadencia de la estructura económica del Imperio Otomano del que dependían Siria, Líbano y Palestina, países de procedencia de la mayoría de árabes en América latina. Otra de las causas de la emigración la constituye el desordenado crecimiento demográfico que conocieron estos países. Estas condiciones obligaron a muchos a dirigir sus miradas hacia otras tierras que les fueran más propicias a sus anhelos de bienestar y ultramar fue para ellos el lugar idóneo.
Este fenómeno migratorio tuvo diferentes oleadas, la primera ocurrió entre 1870 y 1900 debido a la dominación turca que llevó a muchos árabes a buscar otras tierras más acogedoras. La segunda oleada acaeció entre 1900 y 1914 a causa de la ocupación inglesa y francesa en Oriente Medio y, también, como consecuencia de la primera Guerra Mundial. Una tercera oleada se produjo a raíz de la ocupación de Palestina en 1948. Otro factor importante tiene que ver con el aspecto cultural y con las represalias del imperio Otomano a escritores y poetas que incitaban al pueblo a sublevarse contra la autoridad otomana y a luchar contra la colonización.
La integración árabe en el continente americano no resultó nada fácil al principio. Los árabes se toparon con las diferencias idiomáticas que les dificultaban la comunicación. De otra parte, no hay nada que reprocharles en cuanto al empeño y al esfuerzo que hicieron para trabajar y medrar en la sociedad. Trabajaron como vendedores ambulantes y también se dedicaron a la industria textil y a la joyería.
La mayoría de los árabes que llegaron a Latinoamérica procedían del campo, no tenían estudios y desconocían totalmente la cultura y la lengua del país de acogida. Los obstáculos encontrados en muchas ocasiones supusieron un estímulo y una motivación para adaptarse, aprender el idioma, trabajar para ascender en la sociedad con el objetivo de acabar con los estereotipos que giraban en torno a la figura del turco. El origen del malentendido de la palabra turco, tuvo que ver con el pasaporte del Imperio Otomano con el cual llegaron al continente y a cuyo conjunto sociopolítico pertenecían las denominadas Wilayas o provincias árabes de Oriente Medio.
La aportación de los árabes a la construcción de las entidades nacionales iberoamericanas desde el punto de vista político, económico y cultural es incuestionable. Sin embargo, no se ha dado un reconocimiento explícito a esa aportación colectiva distinta de la europea. La propia denominación global del sur del continente americano, entre Iberoamérica o Latinoamérica, expresa una falta de reconocimiento a las aportaciones no europeas, como la árabe o la africana, incluso la indígena, que muestra la influencia de ese eurocentrismo cultural prevalente en el momento de la definición de las identidades nacionales y transnacionales.
En América Latina hay palestinos, egipcios, marroquíes, jordanos e iraquíes y también hay ortodoxos, católicos y musulmanes. No obstante, los árabes también encontraron algunas dificultades ya que las restricciones impuestas por determinados países latinoamericanos contra la entrada de emigrantes, contribuyeron en gran parte a decidir el rumbo de los flujos migratorios que recibió este continente desde la segunda mitad del siglo XIX. Los únicos emigrantes exentos de limitaciones fueron los europeos.
Los árabes en la producción literaria latinoamericana
La literatura iberoamericana empezó a interesarse por lo árabe como cultura e identidad después del asentamiento y la consolidación de los árabes en las sociedades latinoamericanas. La aparición de Israel como Estado y la consiguiente ocupación israelí de las tierras palestinas fue un aspecto clave para que el mundo árabe encontrase una motivación e incluso este ha sido un tema de inspiración para algunos autores del continente americano.
La presencia árabe en las letras de América latina se percibe en las obras de ficción con personajes y elementos pertenecientes a la atmósfera árabe e islámica. En ese campo destacan variados autores que decidieron abordar la temática árabe en sus obras. Hay autores que tuvieron la oportunidad de vivir en primera persona vicisitudes y aventuras en tierras árabes, por lo que sus viajes les sirvieron para inspirarse en aquellos paisajes exóticos y misteriosos al momento de crear su universo novelesco o cuentístico. Descendientes de árabes han evocado su pasado como una asignatura pendiente para reconciliarse con sus antepasados. Y, por último, cabe destacar a los autores que han imaginado el mundo árabe para incorporarlo en sus creaciones literarias, en muchos casos esas caracterizaciones del mundo árabe se han visto dominadas por los prejuicios y los estereotipos.
Para muchos autores el punto de referencia ha sido España con el esplendor de al-Andalus, la presencia de Al-Andalus en la literatura latinoamericana aparece como elemento conector entre lo árabe, lo occidental y lo latinoamericano. El argentino Domingo Faustino Sarmiento y el nicaragüense Rubén Darío hablan en sus obras, Facundo y Tierras solares respectivamente, de la gran similitud en los rasgos físicos de muchos latinoamericanos con los marroquíes y argelinos. No obstante, es durante el modernismo cuando lo árabe empieza a tener una gran influencia en la literatura iberoamericana. El modernismo ha sido caracterizado por su marcado deseo de evasión hacia mundos lejanos y tiempos remotos y, en este sentido, el espacio árabe es uno de los más evocados por los modernistas. Tenemos que señalar que no es solo en el modernismo poético donde sobresale la temática árabe, también en la prosa modernista aparecen temas árabes. Por su parte, Fernando Martínez intentó hacer un acercamiento real al mundo árabe.
Rubén Darío visitó Tánger y a raíz de este viaje dejó plasmadas sus impresiones en la obra titulada Tierras solares. De todas formas, quien más viajó por el mundo árabe fue el guatemalteco Enrique Gómez Carillo. Él visitó Marruecos, Egipto, Damasco y Palestina, culminó su visita con obras como Fez la andaluza y La sonrisa de la esfinge.
En lo que se denomina literatura de la emigración árabe es posible encontrar esos elementos árabes en autores como el novelista Rómulo Gallegos quien en su cuento Los emigrantes, habla de los árabes que llegaron a América expatriados por la miseria. El personaje de esta narración es un hombre que se dedica al comercio, lucha diariamente hasta que logra posicionarse económicamente. A mediados del siglo XX, especialmente en el género narrativo, lo árabe vuelve a suscitar interés en los autores tras el predominio del regionalismo y el indigenismo cuyos personajes siempre han estado sometidos a la autoridad. Los personajes árabes empiezan a aparecer en las obras de algunos autores. En algunas de las novelas de Gabriel García Márquez han desfilado personajes árabes en ambientes puramente árabes. Por ejemplo, en Crónica de una muerte anunciada, cuya trama gira en torno a los momentos previos al asesinato de Santiago Nasar, este protagonista es de ascendencia árabe. En otra obra del mismo autor, El coronel no tiene quien le escriba, aparece brevemente lo árabe en el personaje sirio Moisés y en otros dueños de almacenes quienes utilizan en sus conversaciones una mezcolanza de árabe y español. El personaje sirio aparece como un hombre ya establecido e integrado en la sociedad colombiana.
Por otra parte, el argentino Jorge Luis Borges visitó algunos países árabes entre ellos Marruecos. Borges reflejó lo árabe en sus obras debido a su notable conocimiento y nivel cultural pero también por ese contacto directo que llegó a tener con la realidad del mundo árabe. En su obra El Aleph, existen muchas temáticas relacionadas con lo árabe donde utiliza como apoyo literario la historia, las leyendas y el mito. La causa de la elección por parte de los autores latinoamericanos de personajes y temas árabes, radica en la rápida integración de los árabes en comparación con otros colectivos no europeos. Los árabes mostraron interés en aprender el idioma y en asimilar la cultura de las sociedades a las que habían llegado. Esta adaptación de los procedentes de Oriente se debe también al hecho de que no tenían intención de retornar a sus países de origen. Aunque muchos árabes mantuvieron sus costumbres y gastronomía es evidente que hicieron grandes esfuerzos en aprender el idioma español.
El escritor argentino Roberto Arlt publicó una serie de cuentos bajo el título de El criador de gorilas, inspirado en la visita que realizó a Marruecos cuando trabajaba como corresponsal en el diario «Mundo Argentino». Arlt se dirigió a Tánger, centro cosmopolita del norte de África, administrado en aquel entonces por la diplomacia europea. Allí entró en contacto con una cultura que le era completamente desconocida. Arlt también tuvo la oportunidad de visitar la ciudad de Tetuán, capital del protectorado español en el norte de Marruecos en aquel entonces. Quedó deslumbrado y fascinado por el trascendental encuentro con aquella cultura que marcó para siempre el imaginario del autor.
En 1987 la célebre escritora chilena Isabel Allende publicó la novela Eva Luna en la que narra la historia de un palestino que llegó al continente americano con pasaporte turco, se dedicó al comercio y conservó sus costumbres. Lo árabe en Eva Luna es presentado a través de personajes como Riad Halabi, su esposa Zulema y Kamal.
Los autores latinoamericanos de origen árabe también se interesaron en resaltar sus raíces, rememorar su pasado y relatar sus aventuras en tierras americanas. Estos autores han tenido una notable influencia en la literatura del continente, sus producciones han servido como puente de entendimiento e integración entre lo árabe y lo latinoamericano.
La inmigración árabe dejó una huella creadora en lo que se ha denominado la literatura del Mahyar, básicamente la escuela de Sao Paulo y la estadounidense de Yubran Jalil Yubran, pero sobre todo puso la semilla de varias generaciones árabes que se convirtieron sin lugar a dudas en americanas, aunque no perdieron su memoria histórica de origen. Los árabes fundaron periódicos de relevancia como al-Muhayir, al-Saiih, Mirat al-Garb, al-Huda, al-Usba y al-Andalusiya. Además de la producción periodística, se crearon asociaciones y grupos culturales como al-Halaqa, al-Dhabiya y Suria Hurra. El 20 de abril de 1920 quedó constituida oficialmente la Liga Literaria (al-Rabita al-Qalamiya). Ese grupo llegó fue clave en el desarrollo de la literatura árabe moderna con la figura de Jalil Yubran a la cabeza. Aunque este grupo fue creado en los Estados Unidos, concretamente en Nueva York, sus ecos literarios consiguieron llegar a América latina, sobre todo a raíz de la publicación de la obra El Profeta de Yubran Jalil Yubran, obra que logró plasmar a la perfección la arabidad, la orientalidad y la mediterraneidad de su autor, así como de lo árabe en el continente americano.
El encuentro entre dos culturas diferentes (la árabe y la latinoamericana) fue un acontecimiento importante desde el punto de vista histórico, sociológico, étnico, político, económico y cultural. El aporte árabe a la formación de la identidad latinoamericana es innegable. El fruto de ese encuentro entre árabes y latinoamericanos ha sido una lección de entendimiento e integración para el mundo. Latinoamérica, independientemente de la religión, el color y la lengua, abrió sus fronteras y puertas a los árabes que llegaron con preocupaciones, inquietudes y ambiciones; los árabes respondieron a este noble acto con trabajo y sacrificio, se esforzaron y supieron apostar al desarrollo de un continente que desde el primer momento sintieron como propio.
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