Omar Aouini
Universidad de Túnez
Resumen
El Oriente ocupa un puesto sumamente relevante en el quehacer literario de Octavio Paz, desde la poesía árabe clásica y el sufismo de Ibn Arabí, hasta la India, Yemen y la revolución iraní. El objetivo de este trabajo, por lo tanto, consiste en indagar en la obra del nobel mexicano para destacar su visión acerca de dos cuestiones relativas a Irán: la identificación del chiismo, y su revolución que representó un acontecimiento único en la segunda mitad del siglo XX.
Paz reflexiona sobre la esencia del chiismo, su relación con la doctrina sunita, y sus fundamentos teóricos y doctrinales. En lo que se refiere a la revolución, intenta rastrear la reforma agraria y la política de modernización que llevó a cabo el Sha, la lucha entre la clase liberal iraní y los partidarios de Jomeini, y el conflicto entre los Estados Unidos y las nuevas autoridades del país.
Palabras clave: Chiismo, revolución, revuelta, Irán, Estados Unidos
1. Identificación del chiismo
Octavio Paz se encuentra indeciso ante la verdadera esencia del chiismo. ¿Forma una secta musulmana o una religión distinta del Islam? Opta, al final, por considerarlo como una facción intermedia entre ambas cosas. Es superior a una secta del Islam, e inferior a una religión separada[1]. Esta vacilación es debida, sin duda, a la rigurosidad de las ideas doctrinales del chiismo, por una parte, y por otra, a su capacidad de sobrevivir a las persecuciones de los gobiernos autoritarios sunitas, a lo largo de muchos siglos. El otro, al cual se compara el chiismo y lo combate, es el sunita que forma la mayoría de los musulmanes. Los chiitas se consideran a sí mismos como los verdaderos ortodoxos musulmanes, en comparación con los sunitas cuyas creencias y prácticas son paganas[2].
Para Octavio Paz, el chiismo se caracteriza por su concepción fanática e intransigente de la religión[3]. Quizás ello se explique por sentirse siempre vencido y oprimido por la mayoría sunita que, según piensa el chiismo, le ha arrebatado la autoridad política, inmediatamente después de la muerte del profeta Muhammad. De ahí, nació en él la tendencia hacia el mártir[4], y la lucha para recuperar un derecho despojado por la fuerza de Alí, el primo e yerno del profeta. Dicha tendencia hacia el mártir revela la vertiente de su autoflagelación que expresa su gran tristeza por el asesinato del imam Hussein en el año 680 d. C. en la batalla de Kerbala. Según Octavio Paz, todas las religiones están conformadas por dos aspectos: uno sádico y otro de autoflagelación. Este último prevaleció en el chiismo[5].
Otro rasgo que identifica al chiismo y que representa una diferencia mayor de los sunitas es la institución del guía espiritual, encarnada por el imán. Mientras la función del imán entre los sunitas radica exclusivamente en presidir las oraciones en las mezquitas, cargo que puede ocupar cualquier musulmán que aprenda el Corán entero o una parte de él, el imán chiita desciende directamente de Ali y Husein, y es elegido por Dios[6]. Estos dos requisitos constituyen en esta doctrina un fundamento básico de la religión, sin el cual no hay fe[7].
En la creencia de los chiitas imamitas, el imanato es una continuación de la profecía. De hecho, “en cada época debe existir un imán guía que sustituya al profeta en orientar y guiar a la gente hacia la rectitud y la felicidad en esta vida y en la otra”[8]. Octavio Paz estima que las dos formalidades para el cargo del imán, el de ser elegido por Dios y el de ser descendiente en línea directa de Alí, agudizan en él el carácter teocrático[9]. La gente no tiene derecho a elegir el imán, tampoco a rehusarlo, ya que es nombrado por Dios, a través del profeta o el imán que le precede. Se pretende que una tradición cierta del profeta asegura que “quien muere sin conocer al imán de su tiempo, muere ignorante”[10].
El carácter teocrático en el chiismo al que alude Octavio Paz procede también de su creencia en la infalibilidad del imán. Éste nace y muere libre de errores, al igual que el profeta. No se equivoca ni olvida, pues es el guardián de la religión. Recibe sus conocimientos religiosos a través del profeta, del imán anticipado, o de la inspiración divina que Dios depositó en él[11].
Los imamitas se basan en un supuesto dicho del profeta que declara que “aquél de quien yo fuera protector y señor, Alí es también su protector y señor”, para justificar la legitimidad de Alí como imán, y de sus doce descendientes. El último de aquellos imanes es desaparecido, se llama Mahdi, y volverá algún día[12]. Octavio Paz considera que este evento es semejante al del descenso de Cristo, lo cual otorga al chiismo una “metahistoria”[13]. Es indudable que tanto el Judaísmo como el Cristianismo han dejado notables efectos en el pensamiento islámico clásico. Junto a la idea de la vuelta de Mahdi, que es por influencia del Cristianismo, hay algunas ideas y prácticas sufistas, como el ascetismo, que fueron heredadas también del pensamiento cristiano, según opina Asín Palacios[14].
Octavio Paz sostiene que todos los imanes chiitas murieron de un modo violento: matados o envenenados por los sunitas. Fueron sacrificados al igual que Jesús, sin embargo, nunca dejaron caer sus espadas de la mano[15].
En realidad, no todos estos imanes fueron matados en guerras civiles. Sólo Alí y su hijo Husein murieron asesinados, pero, las opiniones son divergentes acerca de los que murieron envenenados. Mientras las fuentes chiitas afirman la tesis de su envenenamiento, algunas fuentes sunitas aseguran que sólo Hassen, el hermano de Husein, murió envenenado. Los demás imanes murieron una muerte natural. Reconocen, en cambio, que Mûsâ al-Kâzim Ibn Jaafar murió en la cárcel sin ser asesinado[16].
Paz condena implícitamente dichos sangrientos conflictos entre sunitas y chiitas, siendo musulmanes ambos bandos, al subrayar que la muerte de estos imanes no fueron “a manos de cristianos o paganos sino de musulmanes sunitas”[17]. El culto al martirio que caracteriza al chiismo es, según Octavio Paz, fruto de la naturaleza del Islam mismo que es “una religión combatiente y de combatientes”[18]. Su combate es dirigido contra los infieles a los cuales los convierte a través del recurso a las armas desde su nacimiento[19].
La confusión entre el Islam y la historia del mismo lleva a muchas falsedades, entre ellas, la de imputar el Islam de usar la violencia para convertir a la gente. Los textos coránicos refutan esta idea en varias ocasiones: “No hay imposición en la religión” (Corán 2:256), “Para vosotros vuestra religión y para mí la mía” (Corán 109:6), o “Quien quiera pues, que crea, y quien no quiera que no crea” (18:29).
Otro rasgo que distingue el chiismo de la mayoría de los musulmanes es la existencia en su seno de un clero organizado. Su función mayor consiste en proteger las creencias chiitas, tanto religiosas como nacionales[20]. El clero chiita tiene sus orígenes en el esoterismo que radica en que el Corán tiene un mensaje literal accesible a todo musulmán, y otro oculto que debe ser revelado por un clero capaz de interpretar “los signos enviados por el
imán desde su ocultación”[21].
Este clero está estructurado en un orden jerárquico constituido de seis rangos. En el primer escalón encontramos el Gran Ayatolá o Maryá Taqlid; en el segundo, Ayatolá (signo de Dios); en el tercero, Hoyatoleslam (Prueba del Islam); en el cuarto, Mubálig al-Risala (Predicador del Mensaje); en el quinto, Muchtahidín (Licenciado en Exégisis); en el sexto, Tálib (Seminarista)[22].
Octavio Paz sostiene que el chiismo se ha alimentado de las ricas y antiguas culturas y religiones persas, tales como el maniqueísmo[23], el gnosticismo, el neoplatonismo… Ello es visible sobre todo en la secta chiita ismaelita (Paz, 367). Las principales sectas chiitas son: los Imamitas, los Zaydis y los Ismaelitas. Los Imamitas están en Irán, Irak, Afganistán, Líbano, Pakistán y Siria. La mayoría de los Ismaelitas están en India, Irán y África del Este, mientras que los Zaydis están en Yemen[24].
2. La revolución iraní
2. 1. La revolución iraní: ¿Revolución o revuelta?
Octavio Paz considera que lo que ocurrió en Irán en 1979 no es una revolución conforme a los paradigmas modernos de esta palabra, como en el caso de la revolución liberal o marxista. Se trata más bien de una revuelta, o sea, una vuelta al origen y a la tradición[25]. La revuelta no implica cambio a través de la violencia y los disturbios, sino más bien un retorno al origen. Tiene como fin restablecer un pasado memorable. Mientras que la revolución procura crear un mundo nuevo y con valores modernos[26]. En este sentido, la revuelta iraní “fue un paso hacia atrás”[27]. Para acentuar el carácter religioso e histórico de esta revuelta, Paz estima que dicha sublevación es revuelta desde el punto de vista político, pero es insurrección desde el punto de vista religioso e histórico[28].
En otro nivel del análisis, algunos ven que la revolución es más organizada, más amplia, y tiene mayor capacidad de triunfar, eso es, conquistar el poder. En contrapartida, la revuelta es, en ciertas medidas, espontánea, limitada, parcial, y a menudo no llega a buen fin[29].
La revuelta iraní defraudó las ilusiones de muchos intelectuales en Occidente que le habían acogido con admiración al principio. Pronto descubrieron que era un movimiento arcaico y tradicional, que cerró el paso a la democracia ante los iraníes, estableciendo un sistema teocrático[30].
La revolución mexicana (1910) es también, según Octavio Paz, una revuelta, pero “una maravillosa revuelta”, en la medida que la revolución debe ser basada en valores filosóficos universales, lo cual carece en la mexicana[31].
Octavio Paz inventa un término extraño para designar al Sha iraní, Riza Bahlavi, que fue derrocado por lo que llama la revuelta iraní: “un déspota modernizador”[32]. Se trata de una paradoja, ya que un dictador que gobierne sin respetar las leyes, y que abuse de su autoridad, nunca podrá llevar a su país al desarrollo y a la modernización, a medio y a largo plazo.
La revolución iraní fue una protesta contra una modernización impuesta desde arriba por un dictador sostenido por los Estados Unidos de América[33]. El proceso de modernización al cual alude Octavio Paz, consiste en la revolución blanca que puso en marcha el Sha Mohamed Riza Bahlavi en 1963. Era una reforma tendente a desarrollar el país, basada en una acelerada industrialización, con un asesoramiento occidental[34], junto a la educación y la igualdad de sexos[35]. Se trata, pues, de “una serie de reformas liberales en el terreno de la agricultura, de la educación, del derecho laboral y de la participación política de la mujer”[36].
Octavio Paz estima que el sector que se vio más afectado por la reforma agraria y la política de modernización era el clero chiita que se encontraba “herido en sus enormes intereses económicos por la reforma agraria del Sha y en su ideología por su política de modernización”[37]. Por otra parte, sostiene Paz que la política de modernización de Sha favoreció el surgimiento de una clase media que inició la oposición contra el régimen. Se trataba de personas con inclinaciones modernistas y democráticas que pretendían vincular la tradición islámica con el pensamiento moderno occidental[38]. Era una reforma de la reforma. Esta tendencia es similar a la gran labor que llevaron a cabo los filósofos musulmanes de la Edad Media, tratando de conciliar el pensamiento griego con el islámico, como es el caso de al-kindi, al-farabi, Avicena, Averroes…
El fracaso de de la refomra liberal de el Sha tiene dos causas principales. La primera radica en ser encabezada por un dictador, y en un clima político de represión. La segunda tiene que ver con el apoyo de los Estados Unidos a esta revolución blanca.
Este afán de compatibilizar lo religioso con el pensamiento y espíritu moderno marca su presencia también en América Latina, según opina Octavio Paz[39]. Hay notables figuras que reflexionaron sobre este tema, como el mexicano Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783); el costarricense José Antonio Liendo y Goicoechea; los jesuitas chilenos desterrados, Juan Ignacio Molina González, Diego Alquízar Herrera y Felipe Gómez Vidaurre; y los peruanos Pedro Peralta y Barnuevo, Isidro de Celis y José Eusebio de Llano y Zapata[40].
2. 2. Bani Sadr y el reformismo iraní
La figura más representativa de esta clase media cuya actuación fue fundamental en la revolución iraní era la de Bani Sadr. Era el primer presidente de Irán en 1980. Su presencia en el gobierno representaba una seria tentativa de vincular el reformismo de la clase media y la saña política y religiosa de los ayatolá, encabezados por Jomeini[41]. Su mandato duró poco tiempo, porque tuvo que abandonar el país hacia Francia bajo la presión de los partidarios de Jomeini, calificados por Octavio Paz de extremismo[42], sin lograr poner en marcha sus ideas reformistas.
La retirada de Bani Sadr significó la derrota de la clase media ilustrada, democrática y liberal ante la fuerte ofensiva de los seguidores de Jomeini. Muchos de ellos “fueron fusilados y otros viven en el destierro”[43].
Octavio Paz, como mexicano, evoca la revolución mexicana, y la compara con la iraní, sosteniendo que mientras ésta cerró las puertas, aquélla las abrió[44]. Se trata de dos revoluciones muy distantes en el espacio y en el tiempo. La primera tuvo lugar en un país latinoamericano (México) en 1910, y la segundo en un país asiático (Irán) en 1979. Las separa un lapso de unos setenta años.
Se considera que la constitución de 1917 es el mayor logro de la revolución mexicana. Las grandes haciendas fueron divididas en tierras comunales, la Iglesia fue separada completamente del Estado, la soberanía nacional fue establecida sobre el subsuelo, los obreros conquistaron derechos de suma trascendencia, como el de la huelga, de organizarse, de la recompensa por accidentes laborales[45].
El retroceso de la clase media ilustrada iraní abrió el paso a los seguidores de Jomeini, cuyo credo es tradicional, pero fuerte, y se identifica con la nación. Hay un factor común que une los partidarios de Jomeini y los partidos comunistas, según aclara Octavio Paz. Ambos grupos fusionan la ideología y el militarismo. Así, intervino el chiismo iraní en la política, pasando de una creencia pasiva a una actitud dinámica. Paz estima que el chiismo es incapaz de llevar a cabo una modernidad fidedigna a los iraníes por “su ideología y su visión del mundo, como por su estructura y organización, el clero chiíta”[46]. Por ello, concluye que el movimiento chiíta representa una brutal frustración por ser regresivo, y por tanto, por haber dado lugar a una convulsiva “dominación clerical”[47].
2. 3. El clero chiíta en el poder
Jomeini, como líder máximo de la revolución, necesitaba unir el pueblo bajo su mando. Para lograrlo, debía inventar un enemigo exterior contra quien luchaba, y en su caso, los Estados Unidos, que llamaba el diablo, fueron el mejor enemigo. Paz asegura que era inevitable dar con ese enemigo para realizar la unidad revolucionaria, a fin de justificar su combate contra sus detractores y las minorías étnicas y religiosas, como los sunitas, los turcos, los kurdos y los baluchistanos[48]. Estados Unidos son el diablo para los iraníes por dos razones: por un lado, representan la continuación del imperialismo occidental del siglo XIX y XX no sólo en Irán, sino en casi todo el mundo musulmán. Por otro, son verdaderos defensores y partícipes del Sha en su política represora y despótica. Ello resultó palpable al verlos acoger al Sha a curarse en su tierra después de huir de Irán. Para Octavio Paz, esta decisión por parte de los Estados Unidos fue un regalo gratis para la ira iraní, que pronto se tradujo en el asalto de la embajada norteamericana y la captura de sus diplomáticos[49].
La ocupación de esta embajada fue para los iraníes como una profanación de un lugar protegido por las leyes internacionales. Pero se trataba de una violación justificada por otro derecho: “derecho más alto: el revolucionario”[50].
Este conflicto entre Irán y los Estados Unidos ha desvelado un enorme abismo de entendimiento y comunicación entre el mundo occidental, encabezado por los Estados Unidos, e Irán. Ninguno de ellos es capaz de entender al otro. Para Estados Unidos, el lenguaje de Jomeini es el de la locura, el delirio y la irracionalidad. En contrapartida, el de Carter, presidente de Estados Unidos, es profano, secular, y por ende, satánico para los iraníes[51]. Sin embargo, ambos lenguajes desembocan en una locura común: “Carter estaba poseído por el diablo, es decir, estaba loco; Jomeini deliraba, es decir, estaba poseído por el Maligno”[52].
No obstante, Octavio Paz echa la culpa implícitamente a Europa y los americanos, portavoces del racionalismo, el liberalismo, el pragmatismo y la democracia, al aconsejarlos de “aprender a oír el otro lenguaje”. Reconoce que el lenguaje de Jomeini es antiguo y tradicional, pero es muy actual y moderno, porque revela la resurrección que abarca “la dimensión trágica del hombre”. Dicha dimensión ha sido ignorada por las modernas democracias, pero nunca olvidada por sus antepasados griegos[53].
Conclusión
Para Octavio Paz, el chiismo no forma una religión separada, sino una entidad superior a una secta e inferior a una religión. Pero su concepción del Islam es más bien fanática. Ello se debe a la opresión que sufrió por los sunitas, que según su opinión, le arrebató el derecho al poder. El asesinato del imam Hussein dio lugar a la tendencia hacia la autoflagelación del chiismo, que marcó todo su pensamiento e su historia.
Entre los rasgos definitorios del chiismo, destaca Paz la institución del imán como guía espiritual. Éste debe descender directamente de Alí y Hussein, así como debe ser elegido por Dios. Es infalible, y los adeptos no tienen la posibilidad de elegirlo o negarlo, lo cual refuerza el carácter teocrático en él.
La existencia de un clero organizado constituye otro rasgo del chiismo. Su papel primordial consiste en proteger las creencias chiitas. Está estructurado en seis categorías, que empiezan por el Gran Ayatolá, y termina por el Seminarista (Tálib).
El chiismo se alimentó del entorno cultural y religioso de su época. La vuelta de Mahdi procede de la creencia cristiana de la descendencia de Cristo. El clero mismo procede de un concepto esotérico. En general, el chiismo sufrió la influencia de varias culturas y religiones como maniqueísmo, el gnosticismo, el neoplatonismo.
Por lo que se refiere a la revolución iraní, Octavio Paz considera que se trata más bien de una revuelta que de una revolución. Mientras la revolución pretende crear nuevos valores en un mundo nuevo, la revuelta trata de restablecer un mundo viejo con valores antiguos. Por ello, defraudó las aspiraciones de muchos intelectuales occidentales que esperaban que abriese paso a la democracia en Irán. Del mismo modo que la revolución iraní, la revolución mexicana era también una revuelta, sin embargo era revuelta maravillosa.
La revolución iraní fue una protesta con la revolución blanca llevada a cabo por el Sha Mohamed Riza Bahlavi en 1963. Se trataba de reformas liberales que abarcaban tanto la agricultura, como la industria, la educación, los derechos laborales y el derecho de la mujer a la participación en la política. Sin embargo, en lugar de florecer estas reformas, desataron unas grandes protestas que acabaron con el poder del Sha.
Después de la fuga del Sha, se formó un gobierno presidido por Bani Sadr, figura que pertenecía a la clase media reformista y liberal. Trató de convivir con los partidarios de Jomeini por un corto tiempo antes de ser perseguido, y luego se marchó al extranjero. Otra vez fracasó el reformismo liberal en Irán a pesar de ser guiado esta vez por un iraní. Ello abrió las puertas al clero chií para dominar el Estado y la sociedad.
Para unir al pueblo iraní, Jomei se valió de los Estados Unidos, pero no como aliado, sino como su mayor enemigo. Los presentó al pueblo iraní como el diablo, por haber defendido la política represora del Sha, y por ser la continuación del colonialismo occidental en el mundo islámico. La furia contra los Estados Unidos fue traducida por el asalto de su embajada, y la captura de sus diplomáticos.
Bibliografía crítica
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ISLAMWEB.NET: ¿Cómo murieron los imanes duodécimos? «كيف مات الأئمة ألاثني عشر»
JIMÉNEZ C., Edgar: «Irán : expresión religiosa de una crisis económica”
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MÁS EUROPEA: «La revolución iraní. Una retrospectiva histórica en su 33 aniversario”
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SIN AUTOR: «Chiismo» http://libroesoterico.com/biblioteca/islam/Historia%20de%20Los%20Chiitas.pdf
YUSTE GONZÁLEZ, Javier: “Irán: 1966-199”
[1] PAZ, Octavio: Obras completas VI. Edición del autor, Círculo de Lectores. 1ª ed. 1993 (Ideas y costumbres I) y 1996 (Ideas y costumbres II). Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 2ª ed. 2003. [pp. 1578], pág. 366.
[2] PAZ, Octavio: Obras completas VI. op. cit. pág. 366.
[3] Ibíd, pág. 366.
[4] Ibíd, pág. 367.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] AL-MUDAFAR, Muhammad Ridha: Las creencias de los imamitas, pág. 54 (عقائد الامامية)
[8] Ibíd. (Tr. del autor)
[9] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[10] AL-MUDAFAR, Muhammad Ridha : Las creencias de los imamitas, pág. 55. (Tr. del autor)
[11] AL-MUDAFAR, Muhammad Ridha : Las creencias de los imamitas, pág. 56.
[12] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[13] Ibíd.
[14] AOUINI, Omar: “Orígenes del sufismo islámico”, en Letralia, n° 274, diciembre de 2012.
[15] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[16] ISLAMWEB.NET : ¿Cómo murieron los imanes duodécimos? «كيف مات الأئمة ألاثني عشر»
[17] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[18] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[19] PAZ, Octavio: El peregrino en su patria, México. Fondo de Cultura Económica, en México, D. F. 1ª ed. 1987, [pp. 766], pág. 148.
[20] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[21] SIN AUTOR : «Chiismo » http://libroesoterico.com/biblioteca/islam/Historia%20de%20Los%20Chiitas.pdf
[22] GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel: “¿Qué es el chiismo? Génesis, evolución, doctrina y situación de la otra rama del Islam”, pág. 31.
[23] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 367.
[24] MIAPIC : «Divisiones dentro del Islam» http://www.miapic.com/divisiones-dentro-del-islam
[25] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 368.
[26] R. RUBIO PLO, Antonio: “Octavio Paz e Irán: el valor de la metahistoria”, págs. 63-64.
[27] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 62.
[28] Ibíd, pág. 370.
[29] BASCHET, Jérôme: «Resistencia, rebelión, insurrección», pág. 2.
[30] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 62.
[31] EL PAÍS: “Octavio Paz dice que la revolución mexicana evitó dictaduras”. México, 30 de agosto de 1993.
[32] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 62.
[33] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 368.
[34] JIMÉNEZ C., Edgar : «Irán : expresión religiosa de una crisis económica”
[35] YUSTE GONZÁLEZ, Javier: “Irán: 1966-199”
[36] MÁS EUROPEA: «La revolución iraní. Una retrospectiva histórica en su 33 aniversario”
[37] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 370.
[38] Ibíd, pág. 369.
[39] Ibíd.
[40] DOMÍNGUEZ MIRANDA, Manuel: «Enfoques para una historia de la filosofía cristiana en América Latina, ss. XVIII a XX”, Pág. 5.
revistas.javeriana.edu.co/index.php/vniphilosophica/article/…/9586
[41] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 368.
[42] Ibíd, pág. 369.
[43] Ibíd.
[44] Ibíd.
[45] LYBRARY OF CONGRESS: “La Revolución Mexicana y los Estados Unidos en las colecciones de la Biblioteca del Congreso. La constitución de 1917” https://www.loc.gov/exhibits/mexican-revolution-and-the-united-states/constitution-1917-sp.html
[46] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 370.
[47] Ibíd.
[48] Ibíd, págs. 370-371.
[49] Ibíd, pág. 371.
[50] PAZ, Octavio: Obras completas VI, op. cit., pág. 372.
[51] Ibíd, pág. 374.
[52] Ibíd, pág. 375.
[53] Ibíd.