CONGRESO “LA FRONTERA LÍQUIDA”
Córdoba, 25-26 noviembre de 2019
Ponencia de Ahmed M. Mgara
Hispanista
Desde que a finales del siglo pasado se despertara el interés por la literatura marroquí expresada en español, mucha tinta se ha derramado en un sentido u otro en las diferentes calificaciones y descripciones críticas, muchas de ellas banales e injustas. Muchos Encuentros, Congresos y Jornadas de Estudio tuvieron lugar con la finalidad inicial de limpiar, fijar y dar esplendor a esa recién nacida tendencia expresiva que se vislumbró tan inclusiva e intencionada desde sus albores hace unas cuatro décadas.
Desde esos entroncados y abruptos inicios hasta hoy, hemos llegado a un variopinto abanico de estilos, modalidades y tendencias que nos resulta ideal para volverlo a estudiar como un neo hispanismo marroquí, muy diferente al de aquellos inicios de la década de los 80 en la que cualquier vulgaridad o mediocridad estaban casi permitidas a nivel publicación, en prensa básicamente.
Evidentemente, la literatura marroquí, o escrita por marroquíes residentes en Marruecos o en otros países, ha ido mejorando, destacando y cosechando premios entre escritores y poetas hispanoparlantes.
No voy a referirme al hispanismo de los funcionarios del Estado, profesores de Secundarias y universitarios esencialmente, ya que su labor académica y de investigación no contiene siempre ese apartado de “creación literaria”, que es patrimonio de una minoría tanto en la zona del Estrecho como a nivel nacional.
Soy del Mediterráneo. Nací a escasos metros de ese Mare Nostrum que nos empapa de civilizaciones, de usos y costumbres de tierras lejanas que amarran sus esencias en nuestra morisca y andalusí tierra de Tetuán y aledaños.
Y, por ser, mi tierra, crisol de civilizaciones y nido para los “diferentes” de dispares procedencias culturales, reconozco que lo español en Tetuán no es ni extraño ni ajeno. Y el español, como idioma, se ha ido implantando con el paso de los siglos tanto por los “espaldas mojadas” de siglos atrás, que fueron huyendo de su Ándalus hacia tierras extrañas del norte de África, como por las migraciones que se llevaron indistintamente de orilla a otra su propia cultura, en los últimos cinco siglos.
La coexistencia y la convivencia de hispanófilos con los autóctonos de la zona del Estrecho de Gibraltar hicieron trasladar a esa orilla del sur nuevos modos de vida, una mezcolanza dialectal procedente de la variedad cultural diseminada por la península ibérica en diferentes etapas, dando lugar a esa raigambre hispanófila que anida y resalta la orilla sur del Estrecho sobre las demás regiones del país por su primoroso léxico, bien nutrido de léxicos varios que fueron procediendo de España y por la riqueza del habla de los norteños, no siempre descifrable o entendida por la gente del resto del país.
Es de reseñar que en los aledaños del Estrecho, tanto en ciudades como en los poblados del campo, se entiende a la perfección el español aunque no siempre se puede hablar con idéntica perfección. Prueba de ellos está en que los españoles que vivieron en la zona del Protectorado nunca aprendieron el árabe para hablarlo salvo muy raras excepciones.
Y es, precisamente, esa frontera azul, empapada de civilizaciones seculares, quien le da al léxico expresado en la orilla del norte de África, ese distintivo tan especial que nos diferencia en el habla y en el pensar de las demás comunidades.
Quienes no tuvimos la suerte u oportunidad de estudiar el idioma castellano o español, y aprender sus normas ortográficas, nos hemos quedado con las ganas de haberlo ejercido académicamente pese a haber cursado nuestros estudios universitarios en España en diferentes épocas, publicar en prensa hispanófila y publicar libros de diferentes géneros en español con más o menos categorías. Aún con esas privaciones, mantenemos nuestras conversaciones en español con soltura y buena o aceptable pronunciación, generalmente. Incluso, varios marroquíes de la zona, llegamos a publicar y destacar en prensa hispanófila, trabajar en medios audiovisuales expresados en español, o escribir libros en el idioma cervantino, o representar nuestro país en Consulados y Embajadas en países hispanófilos por dominar el español.
La literatura marroquí expresada en español en las inmediaciones geográficas del Estrecho de Gibraltar ha gozado de ciertos apoyos, aunque mínimos, por parte de instituciones españolas, andaluzas en especial, tanto en los proyectos de desarrollo de la Unión Europea como en algunos proyectos de la Junta de Andalucía. Hay que reconocer que, pese a muchas objeciones hacia esos proyectos, se le pudo dar a la literatura marroquí expresada en español la posibilidad de difundirse en Andalucía y poderse manifestar dentro del contexto literario andaluz, con más o menos suerte, según el escritor o poeta, lo que agradecemos extensamente los hispanófilos o escritores marroquíes en español por permitirnos la difusión de nuestros trabajos, aunque a menor escala y con restricciones concretas.
No hay que olvidar que la bibliografía marroquí en español procede en gran parte, de autoediciones de los mismos autores, lo que implica majestuosos sacrificios del hispanista marroquí que se sacrifica quijotescamente por la difusión del español en ausencia de apoyos por instituciones culturales marroquíes o por las instaladas por el Estado de España en nuestro país. Estas últimas, se dedican más a enseñar el español como idioma extranjero, con más coste y menor calidad de enseñanza, lo que las desprestigia dentro de la sociedad civil de la ciudad.
Por lógica, el trayecto de esta tendencia literaria marroquí de creación en español no ha tenido nunca un camino de rosas, al menos en Tetuán. Desde que desapareciera el Centro Cultural Español en Tetuán hacia 1990 las instituciones culturales españolas destacadas en la ciudad desconocen a los escritores marroquíes en español casi totalmente, por lo que se ha dicho siempre que, si el español pervive en nuestra zona es gracias a los esfuerzos y sacrificios de los mismos marroquíes en ausencia de colaboración, participación y apoyo – moral, al menos- de esas instituciones. Los propios escritores marroquíes llevan a cuesta el esfuerzo de obrar por el castellano como idioma de expresión literaria. Estas actitudes de negligencia son calificadas por muchos compañeros como “ingratitud” y cosas peores, aunque, personalmente y a nivel individual, califico ese pasotismo como muy positivo por suponer una prueba de fuego para quienes somos “peones” de esa tendencia literaria.
Para esas instituciones españolas, somos extranjeros. Y, para las instituciones marroquíes, escribimos en un idioma extranjero. Un dilema que nos acerca a la cruda realidad.
Hemos de recordar a los pioneros de la literatura marroquí en español, de los que tradujeron de un idioma a otras obras de insignes personajes de las dos orillas; recordar a los pioneros que en la década de los 80 dieron un nuevo arranque a esta joven modalidad; recordar a los arabistas o africanistas españoles que han obrado para que el fenómeno del hispanismo literario marroquí llegue a aflorar… pero, sin olvidar que hemos de promocionar e incitar a que se publique en español.
Los gremios y profesiones de nuestra zona mantienen un léxico hispanizado, dentro de su profesión. Muchas palabras de las que se emplean, aún en la actualidad, son palabras usadas en idénticos gremios en la orilla de enfrente por profesionales o artesanos andaluces, al igual que estos, también, siguen empleando palabras y términos de origen árabe o marroquí. Esto nos lleva a pensar que nuestros pueblos asimilan, cada uno, lo que del conocimiento y de la cultura de su vecino puede adaptar a su vida y a su profesión. Una fusión de culturas que nos funde en una misma cultura y en la misma vocación natural, las del Estrecho.
Hace escasas fecha publiqué mi vigésimo noveno libro en español. Todo un nuevo desafío a las adversidades. A base de sacrificios, nos hemos acostumbrado a escribir en español, que es nuestro principal vicio, pero benigno.